El pueblo de Dios
1 Yo creo en Jesucristo, y por eso digo la verdad. El Espíritu Santo me guía, y en lo más profundo de mi ser me asegura que no miento. 2 Es verdad que estoy muy triste, y que en mi corazón siento un dolor que no me deja. 3 Sufro por los judíos, que son mi pueblo, y quisiera ayudarlos. Yo estaría dispuesto a caer bajo la maldición de Dios, y a quedar separado de Cristo, si eso los ayudara a estar cerca de Dios. 4 Ellos son el pueblo que Dios ha elegido. A ellos Dios les dio el derecho de ser sus hijos. Dios ha estado con ellos, y les ha mostrado su gran poder. Hizo pactos con ellos, y les dio su ley. Les enseñó a adorarlo de verdad, y también les hizo promesas. 5 Ellos pertenecen al pueblo de Dios. Y el Mesías, como hombre, pertenece a ese mismo pueblo. Él gobierna sobre todas las cosas, y es Dios. ¡Alabado sea Dios por siempre! Amén.
6 No estoy diciendo que Dios no haya cumplido sus promesas con el pueblo de Israel. Pero no todos los judíos son realmente parte del pueblo de Israel, 7 ni todos los descendientes de Abraham son verdaderos hijos de Abraham. Pues Dios le había dicho: «Tu descendencia vendrá por medio de Isaac.» 8-9 Esto significa que nadie es hijo de Dios solo por pertenecer a cierta familia o raza. Al contrario, la verdadera familia de Abraham la forman todos los descendientes de Isaac. Porque Isaac fue quien nació para cumplir la promesa que Dios le hizo a Abraham: «Dentro de un año volveré, y para entonces Sara ya tendrá un hijo.»
10-12 Pero eso no es todo. Aun cuando los dos hijos de Rebeca eran de nuestro antepasado Isaac, Dios eligió solo a uno de ellos para formar su pueblo. Antes de nacer, ninguno de los niños había hecho nada, ni bueno ni malo. Sin embargo, Dios le dijo a Rebeca que el mayor serviría al menor. Con esto Dios demostró que él elige a quien él quiere, de acuerdo con su plan. Así que la elección de Dios no depende de lo que hagamos. 13 Como dice la Biblia: «Preferí a Jacob, y no a Esaú.»
14 ¿Y por eso vamos a decir que Dios es injusto? ¡Claro que no! 15 Porque Dios le dijo a Moisés: «Yo tendré compasión de quien yo quiera tenerla.» 16 Así que la elección de Dios no depende de que alguien quiera ser elegido, o se esfuerce por serlo. Más bien, depende de que Dios le tenga compasión.
17 En la Biblia leemos que Dios le dijo al rey de Egipto: «Te hice rey, precisamente para mostrar mi poder por medio de todo lo que haré contigo, y para que todo el mundo me conozca.» 18 Así que todo depende de lo que Dios decida hacer: él se compadece de quien quiere, y a quien quiere lo vuelve terco.
El enojo y la compasión de Dios
19 Si alguien me dijera: «¿De qué nos va a culpar Dios, si nadie puede oponerse a sus deseos?», 20 yo le contestaría: «Amigo mío, tú no eres nadie para cuestionar las decisiones de Dios.» La olla de barro no puede quejarse con el que la hizo, de haberle dado esa forma. 21 El alfarero puede hacer con el barro lo que quiera. Con el mismo barro puede hacer una vasija para usarla en ocasiones especiales, y también una vasija de uso diario.
22 Algo parecido ha hecho Dios. Ha querido dar un ejemplo de castigo, para que todo el mundo conozca su poder. Por eso tuvo mucha paciencia con los que merecían ser castigados y destruidos. 23 Al mismo tiempo, demostró su gran amor y poder para salvarnos. Desde un principio nos tuvo compasión, y nos eligió para vivir con él. 24 Y no le importó que fuéramos judíos o no lo fuéramos. 25 Como dice Dios en el libro del profeta Oseas:

«A un pueblo que no me pertenece,
lo llamaré mi pueblo.
A un pueblo que no amo,
le mostraré mi amor.

26 »Y allí donde les dije:
“Ustedes no son mi pueblo”,
les diré:
“Ustedes son mi pueblo,
porque yo soy el Dios de la vida.”»

27 Además, el profeta Isaías dijo acerca de los israelitas:

«Aunque los israelitas sean tantos
como los granos de arena en la playa,
solo unos cuantos serán salvados.

28 Muy pronto el Señor juzgará
a todos los habitantes de la tierra.»

29 Y, como el mismo Isaías dijo:

«Si el Dios todopoderoso
no hubiera salvado a unos pocos,
ahora mismo estaríamos
como las ciudades de Sodoma y Gomorra.»
Israel y Cristo
30 ¿Qué más les puedo decir? Que aunque la gente de otros pueblos no estaba haciendo nada para que Dios los aceptara, él los aceptó porque confiaron en él. 31 En cambio, los israelitas fueron rechazados, porque trataban de cumplir la ley para que Dios los aceptara. 32 ¿Y por qué no fueron aceptados? Porque querían que Dios los aceptara por lo que hacían, y no por confiar solo en él. Por eso Cristo fue para ellos como una piedra en la que tropezaron. 33 En la Biblia Dios dijo:

«Yo pongo en Jerusalén
una roca con la cual
muchos tropezarán y caerán.
Pero Dios no defraudará
a los que confíen en él.»
Los privilegios de Israel
1 Como seguidor de Cristo, digo la verdad, no miento. Además, mi conciencia, guiada por el Espíritu Santo, me asegura que esto es verdad: 2 tengo una gran tristeza, y en mi corazón hay un incesante dolor. 3 Hasta quisiera estar yo mismo bajo maldición, separado de Cristo, si así pudiera favorecer a mis hermanos, los de mi propia etnia, 4 los israelitas. Dios los recibió como hijos, estuvo entre ellos con su presencia gloriosa, y les dio las alianzas, la ley, el culto y las promesas. 5 Sus antepasados son los patriarcas, y de ellos, en cuanto a lo humano, desciende el Mesías, el cual es Dios sobre todas las cosas, alabado por siempre. Amén.
6 No es que las promesas de Dios a Israel hayan perdido su validez; no. Lo que quiero decir es que no todos los descendientes de Israel son verdadero pueblo de Israel. 7 Ni todos los descendientes de Abrahán son verdaderamente sus hijos, pues Dios le había dicho: «Tu descendencia vendrá por medio de Isaac.» 8 Esto significa que nadie es hijo de Dios solo por pertenecer a cierta etnia; al contrario, se considera verdaderos descendientes solamente a los hijos según la promesa de Dios. 9 Porque esta es la promesa que Dios hizo a Abrahán: «Por este tiempo volveré, y Sara tendrá un hijo.»
10 Pero eso no es todo. Los dos hijos de Rebeca eran de un mismo padre, nuestro antepasado Isaac, 11-13 y antes de que ellos nacieran, cuando aún no habían hecho nada, ni bueno ni malo, Dios anunció a Rebeca: «El mayor servirá al menor.» Lo cual también está de acuerdo con las Escrituras que dicen: «Amé a Jacob más que a Esaú.» Así quedó confirmado el derecho que Dios tiene de escoger, de acuerdo con su propósito, a quienes él quiere llamar, sin tomar en cuenta lo que hayan hecho.
Autonomía de Dios
14 ¿Diremos por eso que Dios es injusto? ¡Claro que no! 15 Porque Dios dijo a Moisés: «Tendré misericordia de quien yo quiera, y tendré compasión también de quien yo quiera.» 16 Así pues, no depende de lo que el ser humano quiera o se esfuerce por hacer, sino de que Dios tenga misericordia. 17 Pues en las Escrituras Dios le dice al faraón: «Te he exaltado precisamente para mostrar en ti mi poder y para darme a conocer en toda la tierra.» 18 De manera que Dios tiene misericordia de quien él quiere tenerla, y también le endurece el corazón a quien él quiere endurecérselo.
19 Pero me dirás: «Siendo así, ¿de qué puede Dios culpar al ser humano, si nadie puede oponerse a su voluntad?» 20 Y tú, dime ¿quién eres para pedirle cuentas a Dios? ¿Acaso la olla de barro le dirá a quien la hizo: «Por qué me hiciste así?» 21 El alfarero puede hacer lo que quiera con el barro, y del mismo barro puede hacer una olla para uso especial y otra para uso común.
22 De igual manera, aunque Dios puede mostrar su ira y así dar a conocer su poder, sin embargo, ha soportado con mucha paciencia a quienes merecen ser castigados y destruidos. 23 De ese modo da a conocer la grandeza de su gloria; por eso tiene misericordia de aquellos a quienes ha preparado de antemano para que participen de ella. 24 Entre ellos estamos nosotros, a quienes Dios llamó, a unos de entre los judíos y a otros de entre los no judíos. 25 Como dice en Oseas:
«Llamaré “pueblo mío” al que no era mi pueblo;
y llamaré “amada mía” a la que no era mi amada.
26 Y allí donde se les dijo: “Ustedes no son mi pueblo”,
allí serán llamados “hijos del Dios viviente”.»
27 En cuanto a los israelitas, Isaías exclamó: «Aunque los descendientes de Israel sean tan numerosos como la arena del mar, solamente un resto de ellos alcanzará la salvación, 28 porque muy pronto el Señor cumplirá plenamente su palabra en toda la tierra.» 29 Como el mismo Isaías había dicho antes:
«Si el Señor todopoderoso no nos hubiera dejado descendencia,
ahora mismo estaríamos como Sodoma y Gomorra.»
30 ¿Qué diremos a esto? Que los no judíos, que no buscaban la justicia, sí la alcanzaron por medio de la fe; 31 y que en cambio los israelitas, que querían basar su justicia en el cumplimiento de la ley, no lo lograron. 32 ¿Por qué? Porque no se basaban en la fe, sino en sus propias obras. Por eso tropezaron con la «piedra de tropiezo» 33 que se menciona en las Escrituras:
«Yo pongo en Sión una roca,
una piedra con la cual tropezarán;
pero quien confíe en él no quedará defraudado.»