Canto de victoria del pueblo de Dios
1 Cuando Dios castigue a nuestros enemigos, la gente de Judá entonará esta canción:
«Tenemos una ciudad muy fuerte;
Dios levantó murallas y fortalezas
para protegernos.
2 Abran los portones de Jerusalén,
pues por ellos entrará
un pueblo justo y fiel.
3 Dios hará vivir en paz
a quienes le son fieles
y confían en él.
4 »Dios es nuestro refugio eterno;
¡confiemos siempre en él!
5 Dios castiga a los creídos
y derrota a la ciudad orgullosa,
6 para que la pisoteen
los humildes y los pobres.
7 »Dios nuestro,
tú cuidas a la gente buena
para que cumpla tus mandamientos.
8 Por tus enseñanzas aprendemos a vivir;
ellas nos hacen sentirnos seguros.
Lo que más deseamos
es obedecerte y adorarte.
9 De día y de noche
mi corazón te busca;
cuando tú das una orden,
todos aprenden a hacer lo bueno.
10 »Dios nuestro,
los malvados no aprenden a ser buenos
aunque se les tenga compasión.
Aunque estén entre gente buena,
siguen actuando con maldad
y no les importa
que seas el Dios todopoderoso.
11 Tú les tienes preparado su castigo,
pero ellos ni siquiera se dan cuenta.
¡Demuéstrales cuánto nos amas,
para que sientan vergüenza!
¡Destrúyelos con tu enojo!
12 »Dios nuestro,
tú nos aseguras la paz,
y todo lo que hemos logrado
ha sido por tu gran poder.
13 »Dios nuestro,
aunque otros dioses nos han dominado,
tú eres nuestro único Dios.
14 Esos dioses no tienen vida;
son dioses muertos y no se pueden mover.
Tú les diste su merecido,
y ahora nadie los recuerda.
15 »Tú has engrandecido nuestra nación.
Has extendido nuestras fronteras
para dar a conocer
tu fama y tu poder.
16 Cuando nos castigaste,
nos volvimos a ti
a pesar de nuestro dolor.
17 Tu castigo nos hizo sufrir mucho;
nuestro dolor fue muy grande.
18 Pero ese dolor no produjo nada.
No le dimos a nuestro país
la alegría de la victoria
ni tampoco la alegría
de tener muchos hijos.
19 Pero somos tu pueblo,
y aunque estemos destruidos,
volveremos a vivir.
Tú llenarás de vida y alegría
a esta nación sin vida.
20 »¡Vamos, pueblo mío,
entra ya en tu ciudad!
Cierra los portones y espera
a que Dios calme su enojo.
21 Dios saldrá de su palacio
y castigará por su maldad
a los que habitan la tierra.
Los crímenes de los violentos
no quedarán sin castigo».
Canto de victoria
1 Cuando llegue ese día, se oirá este canto en la tierra de Judá:
«Tenemos una ciudad fuerte para salvarnos;
el Señor le hizo murallas y fortificaciones.
2 Abran las puertas, y pasará una nación justa,
una nación que se mantiene fiel.
3 Tú, Señor, conservas en paz a los de carácter firme,
porque confían en ti.
4 Confíen siempre en el Señor,
porque él es nuestro refugio eterno.
5 Él hace caer a los orgullosos,
y humilla a la ciudad soberbia;
la derriba hasta los suelos,
6 para que humildes y pobres la pisoteen.»
7 El camino de los justos es recto.
Tú, Señor, les allanas el camino.
8 Señor, también nosotros nos sentimos seguros
en el camino que tus leyes nos señalan.
Tú eres el mayor deseo de nuestro corazón.
9 Aún en las noches, mi corazón por ti suspira;
desde el fondo de mi ser te busco.
Cuando tú juzgues la tierra,
el mundo entero sabrá lo que es la justicia.
10 Aunque a los malvados les tengas misericordia,
ellos nunca aprenderán a ser rectos;
son perversos en tierra de gente honrada
y no tienen en cuenta la grandeza del Señor.
11 Tú, Señor, estás listo para castigarlos,
pero ellos no quieren darse cuenta;
sin embargo, han de quedar en ridículo
cuando vean tu ardiente amor por tu pueblo.
¡Deseamos que el fuego de tu ira consuma a tus enemigos!
12 Tú, Señor, nos concedes bienestar;
tú eres en verdad quien realiza todas nuestras obras.
13 Señor y Dios nuestro,
otros señores nos han dominado,
pero solo a ti te reconocemos por Señor.
14 Ellos son cadáveres sin vida;
son solo sombras, que no pueden levantarse;
tú los has castigado, los has destruido,
has acabado con todo su recuerdo.
15 Señor, tú has hecho crecer a la nación;
le has dado crecimiento para gloria tuya.
¡Tú has extendido todas las fronteras del país!
16 Señor, en medio de la aflicción te buscamos;
cuando nos castigas, clamamos a ti.
17 Delante de ti, Señor, hemos estado
como cuando a una mujer encinta
se le acerca el momento del parto
y se retuerce y grita de dolor.
18 Concebimos, sentimos los dolores del parto
y dimos a luz, pero no era más que viento.
No hemos traído al país la salvación,
ni va a nacer gente para poblar el mundo.
19 Pero tus muertos sí volverán a vivir,
sus cadáveres resucitarán.
Los que duermen en la tierra
despertarán y darán gritos de alegría.
Porque tú enviarás tu luz como rocío,
y de la tierra los muertos volverán a nacer.
20 Vamos, pueblo mío, entra en tu casa
y cierra tras de ti las puertas.
Escóndete un poco, hasta que la ira del Señor haya pasado.
21 Porque el Señor va a salir de su palacio
y castigará por sus pecados a los habitantes de la tierra,
y la tierra no seguirá ocultando a sus víctimas,
sino que mostrará los crímenes cometidos en ella.