Lo más importante es conocer a Cristo
1 Además, hermanos, alégrense de estar unidos al Señor. A mí no me molesta repetirles lo que ya les había escrito, y a ustedes les hace bien que lo repita.
2 ¡Cuídense de esa gente despreciable y malvada, que los quiere circuncidar! 3-4 Los verdaderos circuncidados somos nosotros, los que guiados por el Espíritu adoramos a Dios y estamos orgullosos de pertenecer a Jesucristo. Nosotros no creemos que podamos hacer nada para salvarnos. Si la salvación dependiera de la circuncisión, yo podría sentirme más orgulloso que cualquiera: 5 me circuncidaron a los ocho días de nacido, pertenezco a la nación de Israel, y soy de la tribu de Benjamín; ¡soy más hebreo que muchos hebreos! En cuanto a cumplir la ley, pertenecí al grupo de los fariseos. 6 Tanto me preocupaba por cumplir la ley que perseguía a los miembros de la iglesia. ¡Nadie puede culparme de no haber cumplido la ley! 7 Pero, gracias a lo que Cristo hizo por mí, ahora pienso que no vale la pena lo que antes consideré de valor. 8-9 Todo eso lo he dejado a un lado, y lo considero basura, con tal de llegar a conocer bien a Cristo, pues no hay mejor conocimiento. Y quiero que Dios me acepte, no por haber obedecido la ley, sino por confiar en Cristo, pues así es como Dios quiere aceptarnos. 10 Por eso, lo único que deseo es conocer a Cristo; es decir, sentir el poder de su resurrección, sufrir como él sufrió, y aun morir como él murió, 11 ¡y espero que Dios me conceda resucitar de los muertos!
Hacia la meta
12 Con esto no quiero decir que yo haya logrado ya hacer todo lo que les he dicho, ni tampoco que ya sea yo perfecto. Pero sí puedo decir que sigo adelante, luchando por alcanzar esa meta, pues para eso me salvó Jesucristo. 13 Hermanos, yo sé muy bien que todavía no he alcanzado la meta; pero he decidido no fijarme en lo que ya he recorrido, sino que ahora me concentro en lo que me falta por recorrer. 14 Así que sigo adelante, hacia la meta, para llevarme el premio que Dios nos llama a recibir por medio de Jesucristo.
15 Todos los que ya hemos progresado mucho en nuestra vida cristiana debemos pensar de esta manera. Y si algunos de ustedes piensan de manera diferente, hasta eso les hará ver Dios con claridad. 16 Lo importante es que todos nosotros sigamos las mismas reglas.
17 Hermanos míos, sigan mi ejemplo. Y fíjense en los que así lo hacen. 18 Hay muchos que viven como si la muerte de Cristo en la cruz no sirviera de nada. Eso ya se lo había dicho a ustedes varias veces, pero ahora vuelvo a repetirlo con lágrimas en los ojos. 19 Esa gente va a terminar en el infierno. Vive solo para comer, y está orgullosa de lo que hace, cuando en realidad debería sentir vergüenza. Solo piensa en las cosas malas de este mundo. 20 Nosotros, en cambio, somos ciudadanos del cielo, y esperamos que de allí vuelva nuestro Salvador, el Señor Jesucristo. 21 Nuestros débiles cuerpos serán destruidos, pero él los transformará en cuerpos gloriosos como el suyo. Esto lo hará con el mismo poder con que controla todo el universo.
El bien supremo de conocer a Cristo
1 Por lo demás, hermanos míos, alégrense en el Señor. Para mí no es ninguna molestia repetir lo que ya les he escrito, y a ustedes les da seguridad. 2 Cuídense de esa gente despreciable, de los malos trabajadores, de esos que mutilan el cuerpo; 3 porque los verdaderos circuncidados somos nosotros, los que adoramos a Dios movidos por su Espíritu y nos sentimos orgullosos de ser de Cristo Jesús; nosotros no ponemos nuestra confianza en las cosas externas. 4 Yo también podría depositar mi confianza en tales cosas, pues razones no me faltan. De hecho, nadie tendría más razones que yo para ello: 5 me circuncidaron a los ocho días de haber nacido, soy de linaje israelita, pertenezco a la tribu de Benjamín, soy hebreo e hijo de hebreos. En cuanto a la interpretación de la ley judía, fui del partido fariseo; 6 era tan fanático, que perseguía a los de la iglesia; y en cuanto a la justicia que se basa en el cumplimiento de la ley, era irreprochable. 7 Pero todo esto, que antes valía tanto para mí, ahora, a causa de Cristo, no le encuentro valor alguno. 8 Aún más, a nada le concedo valor si lo comparo con el bien supremo de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por causa de Cristo lo he perdido todo, y todo lo considero basura a cambio de ganarlo a él 9 y encontrarme unido a él. Ya no me guío por mi propia justicia, adquirida por medio de la ley, sino por la justicia que procede de la fe de Cristo, aquella que viene de Dios con base en la fe. 10 Lo que quiero es conocer a Cristo, sentir en mí el poder de su resurrección y la solidaridad de sus sufrimientos, pues haciéndome semejante a él en su muerte, 11 espero de alguna manera resucitar de entre los muertos.
Todavía no hemos llegado a la meta
12 No quiero decir que ya haya conseguido todo eso, ni que ya sea perfecto; pero sigo adelante con la esperanza de alcanzarlo. Pues fue por esto que Cristo Jesús me alcanzó a mí primero. 13 Hermanos, no considero que yo mismo ya lo haya alcanzado; pero me propongo lo siguiente: olvidarme de todo lo que queda atrás y esforzarme por alcanzar lo que está delante, 14 prosigo hacia la meta, hacia el premio que Dios desde arriba nos llama a recibir por medio de Cristo Jesús.
15 Quienes ya poseemos una fe madura debemos pensar de esta manera. Si en algo ustedes piensan de otro modo, Dios los ayudará a ver esto también. 16 Pero, eso sí, debemos vivir de acuerdo con lo que ya hemos alcanzado.
Somos ciudadanos del cielo
17 Hermanos, sigan mi ejemplo y fíjense también en aquellos que viven según el ejemplo que nosotros les hemos dado a ustedes. 18 Ya les he dicho muchas veces, y ahora se lo repito con lágrimas: Hay muchos que viven como enemigos de la cruz de Cristo, 19 y van a terminar destruidos. Su dios son sus propios apetitos, y sienten orgullo de lo que debería darles vergüenza. Solo piensan en las cosas terrenales. 20 Nosotros, en cambio, somos ciudadanos del cielo, de donde anhelamos ansiosamente que venga el Salvador, el Señor Jesucristo; 21 él transformará nuestro cuerpo miserable en un cuerpo glorioso, similar al suyo. Y lo hará por medio del mismo poder que tiene para poner todas las cosas bajo su dominio.