Dios es mi libertador
SALMO 40 (39)
(1) Himno de David.
1 1 (2) Toda mi esperanza
la tengo puesta en Dios,
pues aceptó atender mis ruegos.
2 2 (3) Mi vida corría peligro,
y él me libró de la muerte;
me puso sobre una roca,
me puso en lugar seguro.
3 3 (4) Me enseñó un nuevo himno
para cantarle alabanzas.
Muchos, al ver esto,
se sintieron conmovidos
y confiaron en mi Dios.

4 4 (5) Dios bendice
a los que en él confían,
a los que rechazan a los orgullosos
que adoran dioses falsos.

5 5 (6) Mi Señor y Dios,
me faltan palabras para contar
los muchos planes y maravillas
que has hecho en nuestro favor.
Quisiera mencionarlos todos,
pero me resulta imposible.

6 6 (7) Tú no pides sacrificios
a cambio de tu perdón;
tan solo nos pides obediencia.
7 7 (8) Por eso te he dicho:
«Aquí me tienes».
Así me lo enseña
la Ley de Moisés.
8 8 (9) Dios mío,
cumplir tu voluntad
es mi más grande alegría;
¡tus enseñanzas las llevo
muy dentro de mí!

9-10 9-10 (10-11) Dios mío, tú bien sabes
que no he guardado silencio.
Siempre he dicho que eres justo.
A todo el mundo le he dicho
que tú eres fiel y salvas.
No le he ocultado a tu pueblo
tu gran fidelidad.
11 11 (12) Y tú, Dios mío,
no me dejes sin tus cuidados;
por tu gran fidelidad,
nunca dejes de protegerme.
12 12 (13) Son tantas mis maldades
que no las puedo contar;
me dominan,
me tienen acorralado,
ya no puedo ver,
ya no me quedan fuerzas.
¡Tengo más pecados
que pelos en la cabeza!

13 13 (14) Dios mío,
¡líbrame, por favor!,
¡ven pronto en mi ayuda!
14 14 (15) Confunde y avergüenza
a todos los que quieren matarme;
haz que huyan derrotados
todos los que desean mi mal;
15 15 (16) derrota y avergüenza
a los que se burlan de mí.
16 16 (17) Pero deja que se alegren
los que en tu templo te adoran;
que digan siempre
los que aman tu salvación:
«¡Nuestro Dios es poderoso!»

17 17 (18) Y a mí, Señor y Dios,
¡no me olvides,
pues estoy pobre e indefenso!
No te tardes,
pues tú eres quien me ayuda;
¡tú eres mi libertador!
SALMO 40 (39)
Me agrada hacer tu voluntad, Dios mío
(Sal 70)
1 (1) Del maestro de coro. Salmo de David.
1 1 (2) Puse mi esperanza en el Señor,
y él se inclinó para escuchar mis gritos;
2 2 (3) me salvó de la fosa mortal,
me libró de hundirme en el pantano.
Afirmó mis pies sobre una roca,
dio firmeza a mis pisadas.
3 3 (4) Hizo brotar de mis labios un canto nuevo,
un canto de alabanza a nuestro Dios.
Muchos, al ver esto, se sintieron conmovidos
y pusieron su confianza en el Señor.
4 4 (5) ¡Verdaderamente feliz es
quien pone su confianza en el Señor,
y no busca a los insolentes
ni a los que adoran a dioses falsos!

5 5 (6) Señor y Dios mío,
muchas son las maravillas que tú has hecho
y las consideraciones que nos tienes.
¡Nada es comparable a ti!
Quisiera anunciarlas, hablar de ellas,
pero son más de las que puedo contar.

6 6 (7) Tú no te complaces en los sacrificios
ni en las ofrendas de cereales;
tampoco has pedido holocaustos
ni ofrendas para quitar el pecado.
En cambio, me has abierto los oídos.
7 7 (8) Por eso he dicho: Aquí estoy,
tal como el libro dice de mí.
8 8 (9) A mí, Dios mío, me agrada hacer tu voluntad;
¡llevo tu enseñanza en el corazón!
9 9 (10) En presencia de tu pueblo numeroso
he dado a conocer lo que es justo.
¡Tú bien sabes, Señor, que no he guardado silencio!
10 10 (11) No me he quedado callado acerca de tu justicia;
he dado a conocer tu fidelidad y salvación.
Jamás he ocultado tu amor y tu verdad
ante tu pueblo numeroso.

11 11 (12) Y tú, Señor, ¡no me niegues tu ternura!
¡Que siempre me protejan tu amor y tu verdad!
12 12 (13) Son tantas las desgracias que he sufrido,
que ni siquiera las puedo contar.
Me han atrapado mis propias maldades;
¡hasta he perdido la vista!
Son más que los pelos de mi cabeza,
y hasta el ánimo he perdido.

13 13 (14) Señor, por favor, ¡ven a librarme!
Señor, ¡ven pronto en mi ayuda!
14 14 (15) ¡Que sean puestos en completo ridículo
quienes tratan de acabar con mi vida!
¡Que huyan en forma vergonzosa
los que quieren hacerme daño!
15 15 (16) ¡Que huyan avergonzados
quienes se burlan de mí!
16 16 (17) Pero que todos los que te buscan
se llenen de alegría;
que cuantos desean tu salvación
digan siempre: «¡El Señor es grande!»

17 17 (18) Y a mí, que estoy pobre y afligido,
no me olvides, Señor.
Tú eres quien me ayuda y me liberta;
¡no te tardes, Dios mío!