La derrota de los dioses de Babilonia
1 Isaías dijo:

«Las estatuas de Bel y Nebo,
dioses de Babilonia,
se tambalean y caen al suelo.
Los babilonios las ponen
sobre animales de carga
que no soportan tanto peso.
2 Estas estatuas se caen al suelo
y son llevadas a otros países,
porque son incapaces de salvarse».

3 Dios dijo:

«Óiganme ustedes,
israelitas que aún quedan con vida:
Yo los he cuidado
desde antes que nacieran,
los he llevado en brazos
4 y seguiré haciendo lo mismo
hasta que lleguen a viejos
y peinen canas;
los sostendré y los salvaré
porque yo soy su creador.

5 »¿Con quién pueden compararme?
Yo no me parezco a nadie.
6 Hay gente que gasta mucho oro y plata
para contratar un artesano
que le fabrique un dios.
Luego se arrodilla ante él para adorarlo.
7 Cargan la estatua del dios
sobre sus hombros,
lo ponen en su sitio,
y de allí no se mueve.
Por más que griten
pidiéndole agua,
ese dios no les responde
ni puede librarlos de sus males.

8 »Recuerden esto, pecadores,
y piénsenlo bien:
9 recuerden todo lo que ha pasado
desde tiempos antiguos.
Yo soy Dios, y no hay otro;
soy Dios, y no hay nadie igual a mí.
10 Yo anuncio desde el principio
lo que va a pasar al final,
y doy a conocer el futuro
desde mucho tiempo antes.
Les aseguro que todos mis planes
se cumplirán tal como yo quiero.

11 »Yo he llamado de Persia
a un rey llamado Ciro;
él vendrá desde lejos,
como un ave de rapiña,
y hará lo que yo diga.
Tengo un plan, y haré que se cumpla.
Juro que así será.

12 »Escúchenme, gente terca:
ustedes no están a salvo.
13 Pero pronto vendré a salvarlos;
ya no demoraré más.
Yo le daré a Jerusalén la salvación,
y mi honor al pueblo de Israel».
Los ídolos no pueden salvar
1 El dios Bel se dobla,
y el dios Nebo rueda por el suelo.
Los ídolos son llevados sobre bestias,
y son pesada carga para animales cansados.
2 Los dioses se doblan y caen por tierra
sin que sean capaces de salvarse,
y ellos mismos son llevados al destierro.

3 «Óiganme, descendientes de Jacob,
todos los que aún quedan del pueblo de Israel:
desde antes que nacieran, yo he cargado con ustedes;
yo mismo los he llevado en mis brazos,
4 y seguiré haciéndolo cuando ya sean viejos;
aun cuando tengan canas, todavía los sostendré.
Yo los hice, y seguiré cargando con ustedes;
yo los sostendré y los salvaré.

5 »¿Con quién pueden ustedes compararme?
¿A quién piensan que puedo parecerme?
6 Hay algunos que sacan mucho oro de sus bolsas,
y pesan plata en la balanza;
contratan luego a un artesano para que les haga un dios,
ante el cual se inclinarán para adorarlo.
7 Lo cargan sobre los hombros y se lo llevan;
lo colocan sobre un soporte
y ahí se queda, sin moverse de su sitio.
Por más que ustedes griten y pidan ayuda,
ese dios no les responde
ni podrá salvarlos de su angustia.

8 »Recuerden esto, pecadores,
no se hagan ilusiones, piénsenlo bien;
9 recuerden lo que ha pasado desde tiempos antiguos.
Yo soy el único Dios, y no hay otro;
soy Dios, y no hay nadie igual a mí.
10 Yo anuncio el fin desde el principio;
anuncio el futuro desde mucho antes.
Yo digo: Mis planes se realizarán;
yo haré todo lo que me propongo.
11 He llamado a un hombre del oriente,
que vendrá de lejos, como un ave de rapiña
y llevará a cabo mis planes.
Así lo dije, y así lo haré;
ya he hecho mis planes, y los cumpliré.
12 Escúchenme, necios,
que consideran aún lejana la liberación:
13 Yo hago que se acerque mi acción liberadora;
mi salvación no tarda, no está lejos.
Yo daré a Sión la salvación,
y mi honor a Israel.