Dios salva a Judá
(2 R 19.1-372 Cr 32.20-23)
1 Cuando el rey Ezequías escuchó el mensaje de Senaquerib, se puso muy triste, y para mostrarlo se rompió la ropa, se puso ropa áspera y se fue al templo. 2 Luego les pidió a Eliaquim, a Sebná y a los sacerdotes más ancianos que fueran a ver al profeta Isaías hijo de Amós. Como ya se ha dicho, Eliaquim era el encargado del palacio, y Sebná era secretario del rey. Todos ellos fueron vestidos con ropa áspera para mostrar su tristeza, 3 y le dijeron al profeta:

—El rey Ezequías dice que hoy es un día de luto, de castigo y de vergüenza. Ya hemos perdido las fuerzas; estamos completamente desanimados. 4 Ojalá que Dios haya escuchado los insultos que el oficial de Senaquerib lanzó en contra del Dios de Israel, y que lo castigue. Pídele a Dios que ayude a los israelitas que aún quedan con vida.

5-6 Isaías les respondió:

—Denle al rey este mensaje de parte de Dios: “No tengas miedo de los insultos de ese soldado. 7 Yo haré que el rey Senaquerib reciba una mala noticia que lo obligue a regresar a su país, y allí lo matarán”.

8 El oficial asirio se enteró de que Senaquerib, su rey, se había ido de la ciudad de Laquis. Entonces se fue de Jerusalén y encontró a Senaquerib luchando contra Libná. 9 Allí Senaquerib supo que el rey Tirhaca de Etiopía había salido a luchar contra él. Entonces le mandó de nuevo un mensaje a Ezequías:

10 «Ezequías, rey de Judá: Tú confías en tu Dios, pero no te dejes engañar por él cuando te dice que yo no conquistaré Jerusalén. 11 Como bien sabes, los reyes de Asiria han destruido por completo a cuanto país quisieron. ¡No creas que tú te vas a salvar! 12 Cuando mis antepasados destruyeron a países como Gozán, Harán, Résef, y a la gente de Bet-edén que vivían en Telasar, ni sus dioses pudieron salvarlos. 13 Ni tampoco pudieron los reyes de Hamat, Arpad, Sefarvaim, Ivá y Hená».

14 Ezequías tomó la carta y la leyó. Luego fue al templo, extendió la carta delante de Dios 15 y oró diciendo:

16 «Dios de Israel, tú tienes tu trono sobre los querubines. Tú eres el único Dios de todos los reinos de la tierra; tú eres el creador del cielo y de la tierra. 17 ¡Préstanos atención! Mira lo que nos está sucediendo. Escucha lo que dijo Senaquerib para ofenderte a ti, el Dios de la vida. 18 Es verdad que los reyes de Asiria han destruido a los países y sus territorios, 19 y que han echado a sus dioses al fuego. Pero en realidad esos no eran dioses, sino imágenes de madera y de piedra hechas por manos humanas, y por eso fueron destruidas. 20 Dios nuestro, te rogamos que nos salves del poder de los asirios, para que todas las naciones de la tierra sepan que tú eres el único Dios».

21 Después Isaías le mandó este mensaje a Ezequías:

«Nuestro Dios, el Dios de Israel, ha escuchado tu oración. 22 Esto es lo que Dios dice de Senaquerib:

“A ti, Senaquerib,
Jerusalén te desprecia;
los israelitas se burlan de ti a tus espaldas.
23 ¿A quién insultaste y ofendiste?
¡Me ofendiste a mí, al Dios santo de Israel!
24 Tu mensaje es un grave insulto para mí.

”Tú presumes de tener muchos carros de combate
y de haber subido con ellos
a las más altas montañas del Líbano.
Tú presumes de haber derribado
los cedros y los pinos más altos y hermosos.
Dices que has llegado a los lugares más lejanos
y a los bosques más tupidos.
25 Tu orgullo es haber hecho pozos
y haber bebido el agua de otros países.
Presumes de que a tu paso
los ríos de Egipto se quedaron secos.

26 ”¿Pero acaso no sabes, Senaquerib,
que fui yo quien te permitió hacerlo?
Desde los tiempos antiguos
he planeado lo que ahora sucede.
Por eso destruyes ciudades fortificadas
y las transformas en un montón de escombros.
27 Por eso dejas sin fuerza a sus habitantes;
y los confundes y llenas de miedo.
¡Y se han vuelto como la hierba del campo,
como el pasto verde;
como la hierba de los tejados
que se seca antes de crecer!

28 ”Senaquerib,
yo sé todo lo que haces;
sé a dónde vas y de dónde vienes.
Y sé que te enojaste contra mí.
29 ¡Te enfureciste y te llenaste de orgullo!
Pero voy a ponerte un gancho en la nariz,
como se les pone a los bueyes,
y un freno en la boca,
como se les pone a los caballos;
¡voy a hacerte regresar
por el camino por donde viniste!”»

30 Después Isaías continuó diciéndole a Ezequías:

«Voy a darte una señal que te hará saber lo que va a pasar: Este año y el próximo, lo único que el pueblo comerá será el trigo que crece por sí solo. Pero en el tercer año ya podrán sembrar y cosechar, plantar viñedos y comer las uvas.
31 »Los habitantes de Judá que aún queden con vida serán como árboles bien firmes que producen mucho fruto. 32 Porque no todos en Jerusalén morirán de hambre, sino que un pequeño grupo quedará con vida. Dios hará esto porque los ama mucho.
33-34 »Dios quiere que sepas que Senaquerib no entrará a Jerusalén. No disparará ni una sola flecha; no la atacará ni construirá plataformas para subir por sus murallas, tendrá que regresar por donde vino. Dios ha dado su palabra. 35 Dios protegerá esta ciudad, por amor a sí mismo, y por amor a David, quien le fue fiel en todo».

36 Esa noche, el ángel de Dios fue y mató a ciento ochenta y cinco mil soldados del ejército asirio, y a la mañana siguiente el campo estaba lleno de muertos. 37 Entonces Senaquerib regresó a su país y se quedó en la ciudad de Nínive. 38 Pero un día, mientras Senaquerib estaba adorando en el templo de su dios Nisroc, sus hijos Adramélec y Sarézer fueron y lo mataron, y luego escaparon a la región de Ararat. En su lugar reinó su hijo Esarhadón.
El Señor libra a Judá del invasor
(2~R 19.1-372~Cr 32.20-23)
1 Al oír esto, también el rey Ezequías rasgó sus vestiduras, se puso ropas ásperas en señal de aflicción, y fue al templo del Señor. 2 Eliaquín, administrador del palacio, el cronista Sebna y los sacerdotes más ancianos, también se pusieron ropas ásperas en señal de aflicción, y el rey los envió a hablar con el profeta Isaías hijo de Amoz, 3 para que le dijeran de su parte: «Nos encontramos hoy en una situación de angustia, humillación y castigo, como cuando una mujer está a punto de dar a luz y se queda sin fuerzas. 4 Espero que el Señor tu Dios haya oído las palabras del oficial enviado por su amo, el rey de Asiria, con las que insultó al Dios viviente, y deseamos que lo castigue por esas cosas que el Señor tu Dios oyó. Ahora pues, ofrece una oración por los que aún quedan.»
5 Los funcionarios del rey Ezequías fueron a hablar con Isaías, 6 y el profeta les dijo que respondieran al rey: «El Señor dice: “No tengas miedo de esas palabras ofensivas que los criados del rey de Asiria dijeron contra mí. 7 Mira, yo voy a hacer que le llegue un rumor que lo haga volver a su país, y allí haré que lo asesinen.”»
8 El oficial asirio se enteró de que su rey se había retirado de la ciudad de Laquis, así que dejó Jerusalén y encontró a su rey atacando Libna. 9 Allí el rey de Asiria oyó decir que el rey Tiracá de Etiopía había emprendido una campaña militar contra él. Una vez más, el rey de Asiria envió embajadores al rey Ezequías de Judá, a decirle: 10 «Tu Dios, en el que tú confías, te asegura que Jerusalén no caerá en mi poder; pero no te dejes engañar por él. 11 Tú has oído lo que han hecho los reyes de Asiria con todos los países que han querido destruir. ¿Y acaso te vas a salvar tú? 12 ¿Acaso los dioses de los otros pueblos que mis antepasados destruyeron salvaron a Gozán, Jarán, o Resef, o a la gente de Bet Edén que vivía en Telasar? 13 ¿Dónde están los reyes de Jamat, de Arfad, de Sefarvayin, de Hena y de Guivá?»
14 Ezequías tomó la carta que le entregaron los embajadores, y la leyó. Luego fue al templo, extendió la carta delante del Señor, 15 y oró así: 16 «Señor todopoderoso, Dios de Israel, que tienes tu trono sobre querubines, tú eres el único Dios sobre todos los reinos de la tierra; tú creaste el cielo y la tierra. 17 Pon atención, Señor, y escucha. Abre tus ojos, Señor, y mira. Escucha las palabras que Senaquerib mandó a decirme, todas ellas ofensivas contra ti, que eres el Dios viviente. 18 Señor, es cierto que los reyes de Asiria han destruido todas las naciones y sus tierras, 19 y que han echado al fuego sus dioses, porque en realidad no eran dioses, sino objetos de madera o de piedra hechos por manos humanas. Por eso los destruyeron. 20 Pero ahora, Señor y Dios nuestro, sálvanos de su poder, para que todas las naciones de la tierra sepan que tú eres el único Dios.»
21 Isaías, por su parte, mandó a decir a Ezequías: «Esto dice el Señor, el Dios de Israel: “Ya he escuchado la oración que me hiciste acerca de Senaquerib, rey de Asiria.”»
22 Estas son las palabras que el Señor me dijo acerca del rey de Asiria:

«Como si fuera una muchacha,
la ciudad de Sión se ríe de ti, Senaquerib.
Jerusalén mueve la cabeza en señal de burla
cuando tú te retiras.
23 ¿A quién has ofendido e insultado?
¿Contra quién alzaste la voz
y levantaste tus ojos altaneros?
¡Contra el Dios santo de Israel!
24 Por medio de tus funcionarios insultaste al Señor.
Dijiste:
“Con mis incontables carros de guerra
subí a las cumbres de los montes,
a lo más empinado del Líbano.
Corté sus cedros más altos,
sus pinos más bellos.
Alcancé sus cumbres más altas,
y sus bosques, semejantes a jardines.
25 En tierras extrañas
cavé pozos y bebí de esa agua,
y con las plantas de mis pies
sequé todos los ríos de Egipto.”
26 ¿Acaso no sabías que soy yo, el Señor,
quien ha decidido hacer todo esto?
Desde tiempos antiguos lo había planeado,
y ahora lo he llevado a cabo;
por eso tú destruyes ciudades fortificadas
y las conviertes en montones de ruinas.
27 Sus habitantes, impotentes,
llenos de miedo y vergüenza,
han sido como hierba del campo,
como pasto verde,
como hierba que crece en los tejados
y que es quemada por el viento del este.
28 Yo conozco todos tus movimientos
y todas tus acciones;
yo sé que te has enfurecido contra mí.
29 Y como conozco tu furia y tu arrogancia,
voy a ponerte una argolla en la nariz,
un freno en la boca,
y te haré volver por el camino
por donde viniste.»

30 Isaías dijo entonces a Ezequías:
«Esta será una señal de lo que va a suceder:
este año y el siguiente comerán ustedes
el trigo que nace por sí solo,
pero al tercer año podrán sembrar y cosechar,
y plantar viñedos y comer de sus frutos.
31 Los sobrevivientes de Judá serán como las plantas:
echarán raíces y darán su fruto,
32 porque un resto quedará en Jerusalén;
en el monte Sión habrá sobrevivientes.
Esto lo hará el ardiente amor del Señor todopoderoso.

33 »En cuanto al rey de Asiria, el Señor dice:
“No entrará en Jerusalén.
No le lanzará una sola flecha;
no la atacará con escudos
ni construirá una rampa a su alrededor.
34 Volverá por el mismo camino por donde vino.
No entrará en esta ciudad.
Yo, el Señor, doy mi palabra.
35 Yo protegeré y salvaré esta ciudad,
por consideración a mi siervo David
y por consideración a mí mismo.”»

36 Y el ángel del Señor fue y mató a ciento ochenta y cinco mil hombres del campamento asirio, y al día siguiente todos amanecieron muertos. 37 Entonces Senaquerib, rey de Asiria, levantó el campamento y regresó a Nínive. 38 Y un día en que estaba adorando en el templo de su dios Nisroc, sus hijos Adramélec y Sarezer fueron y lo asesinaron, y huyeron a la región de Ararat. En su lugar reinó su hijo Esarjadón.