Saludos
1-2 Querido hijo Timoteo:
Te envío mis saludos, y de todo corazón les pido a Dios Padre y a Jesucristo nuestro Señor que te llenen de amor, te ayuden en todo, y te den su paz.
Como te dije antes, soy apóstol de Cristo. Dios me envió a comunicar su mensaje, y me prometió la vida eterna por medio de Cristo Jesús.
Oración de agradecimiento
3 Mis familiares y yo hemos servido a Dios, y nadie puede acusarnos de nada malo. Siempre que oro, ya sea de día o de noche, te recuerdo y doy gracias a Dios por ti. 4 Cada vez que me acuerdo de cómo lloraste y te pusiste triste, me dan más ganas de verte. ¡Cómo me alegraría eso! 5 Tu abuela Loida y tu madre Eunice confiaron sinceramente en Dios; y cuando me acuerdo de ti, me siento seguro de que también tú tienes esa misma confianza.
No hay que avergonzarse
6 Por eso te recomiendo que no dejes de usar esa capacidad especial que Dios te dio cuando puse mis manos sobre tu cabeza. 7 Porque el Espíritu de Dios no nos hace cobardes. Al contrario, nos da poder para amar a los demás, y nos fortalece para que podamos vivir una buena vida cristiana.
8 Por lo tanto, no te avergüences de hablar bien de nuestro Señor Jesús. Tampoco te avergüences de mí, que estoy preso por servir a Jesucristo. Al contrario, tienes que estar dispuesto a sufrir por anunciar la buena noticia. ¡Ya Dios te dará las fuerzas necesarias para soportar el sufrimiento!
9 Dios nos salvó y nos eligió para que seamos parte de su pueblo santo. No hicimos nada para merecerlo, sino que Dios, por su gran amor, así lo planeó. Dios ya nos amaba desde antes de crear el mundo, pues desde entonces pertenecíamos a Cristo Jesús. 10 Dios nos mostró ese gran amor por medio de lo que Jesucristo nuestro Salvador hizo por nosotros. Porque él destruyó a la muerte y, por medio de la buena noticia, nos ha dado la vida eterna.
11 Dios me nombró apóstol para anunciar y enseñar a las naciones la buena noticia. 12 Por eso mismo estoy sufriendo ahora. Pero no me avergüenzo de lo que me pasa, porque yo sé bien en quién he puesto mi confianza. Estoy seguro de que él tiene poder para hacer que la buena noticia se siga anunciando hasta que llegue el fin del mundo. 13 Las enseñanzas que te he dado son un buen ejemplo de lo que debes hacer. No dejes de confiar en Dios y en el amor que tenemos por estar unidos a Jesucristo. 14 No permitas que nadie contradiga la buena enseñanza que recibiste. Dios te ha encargado ese trabajo, y el Espíritu Santo te ayudará a hacerlo.
15 Seguramente ya sabes que todos los cristianos de la provincia de Asia me abandonaron. ¡Hasta Figelo y Hermógenes me dejaron solo!
16 Le pido a Dios que sea bueno con la familia de Onesíforo y la ayude. Él me animó muchas veces, y no se avergonzó de que yo estuviera en la cárcel. 17 Al contrario, tan pronto llegó a Roma, me buscó por todas partes, hasta que me encontró. 18 Espero que el Señor Jesús lo trate con bondad el día en que Dios juzgará a todo el mundo. Como sabes, Onesíforo nos fue de gran ayuda en la ciudad de Éfeso.
Saludo
1 Yo, Pablo, apóstol de Cristo Jesús, enviado por voluntad de Dios para anunciar la promesa de vida que se obtiene por medio de Cristo Jesús, 2 te mando un saludo, Timoteo, mi querido hijo. Que la gracia, la misericordia y la paz de Dios Padre y de Cristo Jesús nuestro Señor te acompañen.
Acción de gracias
3 Siempre, de día y de noche, me acuerdo de ti en mis oraciones, y doy gracias a Dios, a quien sirvo con una conciencia limpia, como lo hicieron también mis antepasados. 4 Recuerdo siempre tus lágrimas, ¡y cómo quisiera verte para llenarme de alegría! 5 Porque me acuerdo de la fe sincera que tienes. Primero la tuvieron tu abuela Loida y tu madre Eunice, y ahora estoy seguro de que tú también la tienes.
No avergonzarse del evangelio
6 Por eso te recomiendo que avives el don que Dios te dio cuando te impuse las manos. 7 Pues Dios no nos ha dado un espíritu de cobardía, sino un espíritu de poder, de amor y de buen juicio. 8 No te avergüences, pues, de dar testimonio a favor de nuestro Señor; ni tampoco te avergüences de mí, que estoy en cadenas por él. Antes bien, con las fuerzas que Dios te da, comparte conmigo los sufrimientos que vienen por causa del evangelio. 9 Dios nos salvó y nos ha llamado a formar un pueblo santo, no por lo que nosotros hayamos hecho, sino porque ese fue su propósito y por la gracia que ha tenido con nosotros desde la eternidad, por Cristo Jesús. 10 Ahora esa bondad se ha manifestado gloriosamente en Cristo Jesús nuestro Salvador, quien destruyó el poder de la muerte y quien, por el evangelio, hizo resplandecer la vida y la inmortalidad.
11 Dios me ha encargado proclamar este mensaje, y me ha enviado como apóstol y maestro. 12 Precisamente por eso sufro todas estas cosas. Pero no me avergüenzo de ello, porque yo sé en quién he puesto mi confianza; y estoy seguro de que él tiene poder para salvaguardar hasta aquel día la enseñanza que me ha encomendado.
13 Sigue el modelo de la sanas palabras que de mí has escuchado, y vive en la fe y el amor que tenemos gracias a Cristo Jesús. 14 Con la ayuda del Espíritu Santo que vive en nosotros, cuida de la buena enseñanza que se te ha encomendado.
15 Como ya sabes, todos los de la provincia de Asia me dieron la espalda; entre ellos, Figelo y Hermógenes. 16 Que el Señor tenga misericordia de la familia de Onesíforo, porque él muchas veces me animó y no se avergonzó de mis cadenas. 17 Al contrario, apenas llegó a Roma se puso a buscarme sin descanso, hasta que me encontró. 18 Que el Señor le permita encontrar la misericordia de Dios en aquel día. Tú sabes mejor que nadie cuánto nos ayudó en Éfeso.