1-2 Luego el rey mandó a llamar a los líderes de Judá y de Jerusalén, para que se reunieran en el templo con él. A la cita acudieron todos los hombres de Judá, los habitantes de Jerusalén, los sacerdotes y los profetas. Toda la nación, desde el más joven hasta el más viejo, fue al templo. Allí, el rey les leyó lo que decía el libro del pacto que habían encontrado. 3 Después se puso de pie, junto a una columna, y se comprometió a obedecer siempre todos los mandamientos de Dios, y a cumplir fielmente el pacto que estaba escrito en el libro. Y el pueblo se comprometió a hacer lo mismo.
Josías sigue las enseñanzas de la Ley
(2 Cr 34.3-72 35.1-19)
4 El rey Josías ordenó que sacaran del templo todos los objetos que se usaban para adorar a Baal, a Astarté y a todos los astros del cielo. Los sacerdotes, y su jefe Hilquías, y los encargados de cuidar el templo cumplieron sus órdenes. Luego el rey ordenó que quemaran todo en los campos de Cedrón, en las afueras de Jerusalén, y que llevaran las cenizas a Betel. 5 También expulsó a los sacerdotes que los reyes de Judá habían nombrado para quemar incienso en los pequeños templos de las colinas, edificados en honor de Baal, el sol, la luna y las estrellas. Además ordenó que en todas las ciudades de Judá y alrededor de Jerusalén se quitaran los pequeños templos, 6 y sacaran del templo de Dios la imagen de la diosa Astarté y la llevaran al arroyo de Cedrón, en las afueras de Jerusalén. Allí la quemaron y esparcieron las cenizas sobre el cementerio del pueblo. 7 También mandó derribar las habitaciones del templo donde se practicaba la prostitución para adorar a los dioses, y donde las mujeres tejían mantas para la diosa Astarté.
8-9 En todas las ciudades de Judá, en la región que va de Gueba a Beerseba, había sacerdotes que ofrecían sacrificios a Dios en los pequeños templos de las colinas. Josías mandó destruirlos, y obligó a los sacerdotes a vivir en Jerusalén. A estos les prohibió trabajar en el templo de Dios, aunque sí los dejó comer de los panes sin levadura, al igual que los demás sacerdotes. Además, Josías ordenó destruir los altares de los dioses falsos que estaban en la entrada del palacio de Josué, quien fue gobernador de Judá. Ese palacio estaba a la izquierda de la entrada de la ciudad.
10 Además Josías destruyó el horno que estaba en el valle de Ben-hinom, para que nadie pudiera quemar allí a su hijo o hija como sacrificio en honor a Milcom. 11 También eliminó los caballos y quemó los carros de guerra que estaban a la entrada del templo de Dios, junto al cuarto de Natán-mélec, encargado de las habitaciones. Los reyes de Judá usaban esos caballos y carros para las ceremonias en honor al dios sol. 12 También derribó los altares que esos reyes habían construido en el techo del palacio, cerca de la habitación de Ahaz, y los que Manasés puso en los patios del templo. Los hizo polvo, y ese polvo lo arrojó en el arroyo Cedrón.
13-15 Josías destruyó además las imágenes y los pequeños templos de las colinas al este de Jerusalén, y los que había en el sur del Monte de los Olivos. El rey Salomón los había construido para adorar a los repugnantes dioses Quemós, dios de los moabitas, Milcom, dios de los amonitas, y Astarté, diosa de los sidonios. Después rellenó con huesos humanos los lugares donde habían estado esas imágenes. Luego fue a Betel, y derribó y quemó el altar que Jeroboam hijo de Nabat había construido allí, con el cual había hecho pecar a los israelitas.
16 Cuando Josías regresaba de Betel, vio las tumbas que había en las colinas, y mandó sacar los huesos que había en ellas. Luego los quemó sobre el altar del lugar, para que ya no pudieran usarlo. Así se cumplió lo que Dios había anunciado por medio de su profeta. 17 De pronto Josías vio una tumba y preguntó de quién era. Los hombres de la ciudad le respondieron:

—Es la tumba del profeta que vino de Judá y anunció lo que usted hoy ha hecho con el altar de Betel.

18 Entonces Josías ordenó:

—Déjenla como está.

Así que no sacaron los huesos del profeta de Judá, ni los del profeta de Samaria, que estaba enterrado junto a él.
19 Josías quitó todos los pequeños templos que había en Samaria, como lo había hecho también en Betel. Los reyes de Israel los habían construido, provocando el enojo de Dios. 20 Después mató sobre los altares a todos los sacerdotes de esos templos, y sobre esos altares quemó huesos humanos.
Cuando regresó a Jerusalén, 21 el rey Josías le ordenó a todo el pueblo: «Celebren la Pascua en honor al Dios de Israel, tal como está escrito en este libro del pacto». 22-23 Así que el pueblo celebró la Pascua en Jerusalén, cuando Josías tenía ya dieciocho años de reinar. Nunca antes todo el pueblo había celebrado la Pascua de esa manera, desde que ocuparon el territorio en tiempos de Josué.
24 Además Josías eliminó a todos los brujos y adivinos, y destruyó todos los ídolos, incluso los ídolos familiares. Todos los objetos repugnantes que había en Jerusalén y en Judá para adorar a los dioses falsos, fueron destruidos. Así cumplió Josías los mandamientos del libro que el sacerdote Hilquías había encontrado en el templo.
25 Ni antes ni después hubo otro rey como Josías, que se apartara de su maldad y obedeciera a Dios con todo su corazón y con todas sus fuerzas.
26 Sin embargo, Dios siguió enojado contra Judá porque los pecados de Manasés lo habían ofendido mucho. 27 Por eso Dios dijo: «Voy a rechazar a Judá, como lo hice con Israel, y rechazaré a Jerusalén, la ciudad que había elegido, y al templo en el que dije que viviría».
La muerte de Josías
(2 Cr 35.20-27)
28-30 Un día, Necao, rey de Egipto, se dirigía hacia el río Éufrates para ayudar al rey de Asiria. Entonces el rey Josías decidió atacar a Necao en Meguido, pero Necao lo mató en cuanto lo vio. Los oficiales de Josías llevaron el cuerpo del rey en una carreta desde Meguido hasta Jerusalén, y lo enterraron en su tumba. El pueblo eligió a su hijo Joacaz para que fuera el siguiente rey de Judá. Todo lo que hizo Josías está escrito en el libro de la historia de los reyes de Judá.
Joacaz, rey de Judá
(2 Cr 36.1-4)
31 Joacaz comenzó a gobernar a los veintitrés años. La capital de su reino fue Jerusalén, y su reinado duró solo tres meses. Su madre era de Libná, y se llamaba Hamutal hija de Jeremías. 32 Joacaz desobedeció a Dios, al igual que sus antepasados.
33 El rey Necao capturó a Joacaz y lo dejó preso en Riblá, en la región de Hamat, para que no pudiera reinar en Jerusalén. Además, obligó a Judá a pagar un impuesto de tres mil trescientos kilos de plata, y treinta y tres kilos de oro. 34 Después nombró rey a Eliaquim hijo de Josías, para que reinara en lugar de su padre, pero antes le cambió el nombre, y lo llamó Joacín. Luego llevó a Joacaz a Egipto, donde murió.
Joacín, rey de Judá
(2 Cr 36.5-8)
35 Joacín le dio al rey Necao el oro y la plata que este le pidió, y para hacerlo les cobró un impuesto a todos los habitantes del pueblo: cada uno tuvo que entregar la cantidad que le correspondía.
36 Joacín comenzó a reinar a los veinticinco años. La capital de su reino fue Jerusalén, y su reinado duró once años. Su madre era de Rumá, y se llamaba Zebudá hija de Pedaías. 37 Pero este rey desobedeció a Dios, al igual que sus antepasados.
1 Entonces el rey Josías mandó llamar a todos los consejeros de Judá y de Jerusalén, para que se reunieran con él. 2 Luego el rey y todos los hombres de Judá, y los habitantes de Jerusalén, y los sacerdotes, los profetas y la nación entera, desde el más pequeño hasta el más grande, fueron al templo del Señor. Allí el rey les leyó en voz alta todo lo que decía el libro de la alianza, que había sido encontrado en el templo del Señor. 3 Luego se puso en pie, junto a la columna, y se comprometió ante el Señor a obedecerle y a poner en práctica fielmente y con toda sinceridad sus mandamientos, sus normas y reglamentos, y a cumplir las condiciones de la alianza que estaban escritas en el libro. Y todo el pueblo aceptó también el compromiso.
Reforma de Josías
(2~Cr 34.3-7)
4 Luego Josías ordenó a Hilcías, sumo sacerdote, y a su segundo sacerdote y a los porteros, que sacaran del templo del Señor todos los objetos del culto de Baal y de Asera y de todos los astros del cielo, y ordenó quemarlos en los campos de Cedrón, en las afueras de Jerusalén, y llevar las cenizas a Betel. 5 Después quitó de sus puestos a los sacerdotes que los reyes de Judá habían nombrado para quemar incienso en los santuarios de los lugares altos que había en las ciudades de Judá y en los alrededores de Jerusalén, y a los sacerdotes que quemaban incienso a Baal, al sol, a la luna, a los planetas y a todos los astros del cielo. 6 Echó fuera de Jerusalén la imagen de Asera que estaba en el templo del Señor, y la quemó en el arroyo Cedrón hasta convertirla en ceniza, que luego esparció sobre la fosa común. 7 También derrumbó las habitaciones dedicadas a la prostitución sagrada entre hombres, y donde también las mujeres tejían mantos para la diosa Asera.
8 Después el rey convocó a todos los sacerdotes de las ciudades de Judá, y desde Geba hasta Berseba destruyó todos los santuarios en lugares altos, lugares donde esos sacerdotes habían quemado incienso. También derribó los altares de los demonios que estaban situados a la entrada de la ciudad, en el lado izquierdo de la puerta de Josué, gobernador de la ciudad. 9 En ese tiempo, los sacerdotes de los santuarios de los lugares altos no iban al altar del Señor en Jerusalén, sino que comían pan sin levadura con sus compañeros sacerdotes.
10 Josías también destruyó el quemadero que había en el valle de Ben Jinón, para que nadie quemara a su hijo o a su hija como sacrificio a Moloc. 11 Quitó los caballos que los reyes de Judá habían dedicado al sol, los cuales estaban a la entrada del templo del Señor, junto a la habitación de Natán Mélec, el encargado de las dependencias, y quemó también el carro del sol. 12 Además, derribó los altares que los reyes de Judá habían construido en la parte alta de la sala de Ajaz, y los altares que Manasés había construido en los patios del templo del Señor; los destrozó, y arrojó sus escombros al arroyo Cedrón.
13 El rey Josías destruyó también los santuarios paganos que había al oriente de Jerusalén, en la parte sur del monte de los Olivos, los cuales había construido Salomón, rey de Israel, para Astarté, aborrecible diosa de los sidonios; para Quemos, aborrecible ídolo de los moabitas, y para Milcón, aborrecible ídolo de los amonitas. 14 También hizo pedazos las piedras y los troncos sagrados, y llenó de huesos humanos los lugares donde habían estado. 15 En cuanto al altar y el santuario pagano de Betel, que fueron construidos por Jeroboán hijo de Nabat, que hizo pecar a los israelitas, Josías los destrozó hasta hacerlos polvo, y les prendió fuego, y le prendió fuego también a la representación de la diosa Asera.
16 Cuando Josías regresó y vio los sepulcros que había en la colina misma, mandó que sacaran los huesos que hubiera en ellos, y los quemó sobre el altar, para profanarlo. Así se cumplió la palabra del Señor, trasmitida por el profeta que había anunciado esto. 17 Luego preguntó:
—¿Qué monumento es ese que veo allá?
Los hombres de la ciudad le respondieron:
—Es el sepulcro del profeta que vino de Judá y anunció lo que Su Majestad ha hecho con el altar de Betel.
18 Entonces Josías ordenó:
—Déjenlo así. Que nadie toque sus huesos.
Así se respetaron sus restos y los del profeta que había venido de Samaria.
19 En cuanto a todos los edificios de los santuarios paganos que había en Samaria, y que los reyes de Israel habían construido y con los que habían provocado la ira del Señor, Josías los eliminó e hizo con ellos lo mismo que había hecho en Betel. 20 Después mató sobre los altares a todos los sacerdotes de los santuarios paganos que allí había, y sobre ellos quemó huesos humanos. Después regresó a Jerusalén.
Josías celebra la Pascua
(2~Cr 35.1-19)
21 El rey Josías ordenó a todo el pueblo que celebrara la Pascua en honor del Señor su Dios, según estaba escrito en el libro de la alianza. 22 Nunca antes se había celebrado una Pascua como esta, ni desde la época de los caudillos que gobernaron en Israel, ni en todo el tiempo de los reyes de Israel y de Judá. 23 Fue en el año dieciocho del reinado de Josías cuando en Jerusalén se celebró aquella Pascua en honor del Señor.
Devoción de Josías
24 Josías eliminó también a los brujos y adivinos, a los ídolos familiares y a otros ídolos, y a todos los aborrecibles objetos de culto que se veían en Judá y en Jerusalén. Lo hizo para cumplir los términos de la ley escritos en el libro que el sacerdote Hilcías había encontrado en el templo del Señor. 25 No hubo ningún rey, ni antes ni después de él, que como él se volviera al Señor con todo su corazón y con toda su alma y con todas sus fuerzas, conforme a la ley de Moisés.
26 A pesar de ello, el Señor siguió enojado, pues todavía estaba enfurecido contra Judá por todas las ofensas con que Manasés lo había provocado. 27 Por eso el Señor dijo que iba a apartar de su presencia a Judá, como había apartado a Israel, y que iba a rechazar la ciudad de Jerusalén que había escogido, y el templo en el que había dicho que residiría su nombre.
Muerte de Josías
(2~Cr 35.20-27)
28 El resto de la historia de Josías y de todo lo que hizo está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Judá. 29 Durante el reinado de Josías, el faraón Necao, rey de Egipto, se dirigió hacia el río Éufrates para ayudar al rey de Asiria. El rey Josías le salió al encuentro en Meguido, pero en cuanto Necao lo vio, lo mató. 30 Sus oficiales pusieron su cadáver en un carro y lo llevaron desde Meguido a Jerusalén, y allí lo enterraron en su sepulcro. La gente del pueblo tomó entonces a Joacaz hijo de Josías, y lo consagró como rey en lugar de su padre.
Reinado de Joacaz en Judá
(2~Cr 36.1-4)
31 Joacaz tenía veintitrés años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén tres meses. Su madre se llamaba Jamutal hija de Jeremías, y era de Libna. 32 Pero a los ojos del Señor sus hechos fueron malos, como los de sus antepasados. 33 El faraón Necao lo tuvo preso en Ribla, en la región de Jamat, para que no reinara en Jerusalén, y obligó al país a pagar un tributo de tres mil trescientos kilos de plata y treinta y tres kilos de oro. 34 Además, el faraón Necao puso como rey, en lugar de su padre, a Eliaquín hijo de Josías, y le cambió el nombre y le puso Joacín, y a Joacaz lo tomó y lo llevó a Egipto, donde murió.
35 Joacín entregó a Necao la plata y el oro que este exigía, para lo cual tuvo que imponer un impuesto a la gente del país. Y cada uno pagó en plata y en oro el impuesto que se le calculó, para entregárselo al faraón Necao.
Reinado de Joacín en Judá
(2~Cr 36.5-8)
36 Joacín tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén once años. Su madre se llamaba Zebuda hija de Pedaías, y era de Ruma. 37 Pero a los ojos del Señor los hechos de Joacín fueron malos, como los de sus antepasados.