SALMO 74 (73)
Oración en que se pide la liberación del pueblo
1a (1a) Poema de Asaf.
1 1 (1b) Oh Dios,
¿por qué nos has abandonado para siempre?
¿Por qué se ha encendido tu furor
contra las ovejas de tu prado?
2 Acuérdate de tu pueblo,
el que adquiriste desde el principio,
el que rescataste para hacerlo tribu tuya;
acuérdate del monte Sión, donde has vivido.
3 Ven a ver estas ruinas sin fin;
¡el enemigo lo ha destruido todo en el santuario!

4 Tus enemigos cantan victoria en tu santuario;
¡sobre el portal de la entrada
5 han puesto sus banderas extranjeras!
Cual si fueran leñadores
en medio de un bosque espeso,
6 a golpe de hacha y martillo
han destrozado los ornamentos de madera
7 y prendido fuego a tu santuario;
¡han deshonrado tu propio templo;
lo han derrumbado hasta el suelo!
8 Decidieron destruirnos del todo;
¡quemaron todos los lugares del país
donde nos reuníamos para adorarte!
9 Ya no vemos nuestros símbolos sagrados;
ya no hay ningún profeta,
y no sabemos siquiera lo que esto durará.

10 Oh Dios,
¿hasta cuándo nos ofenderá el enemigo?
¿Hasta cuándo seguirá hablando mal de ti?
11 ¿Por qué escondes tu mano poderosa?
¿Por qué te quedas cruzado de brazos?
12 Desde tiempos antiguos, tú eres mi Rey.
Tú, oh Dios, alcanzaste muchas victorias
en medio de la tierra:
13 tú dividiste el mar con tu poder,
les rompiste la cabeza a los monstruos del mar,
14 aplastaste las cabezas del monstruo Leviatán
y lo diste por comida a las fieras del desierto.
15 Tú hiciste brotar fuentes y ríos,
y secaste los ríos inagotables.
16 Tuyos son el día y la noche;
tú afirmaste la luna y el sol;
17 tú marcaste los límites del mundo;
tú hiciste el verano y el invierno.

18 Ten en cuenta, Señor, que el enemigo te ofende,
y que gente necia habla mal de ti.
19 ¡No te olvides tanto de nosotros!
Somos débiles como tórtolas;
¡no nos entregues a las fieras!
20 ¡Acuérdate de tu alianza,
porque hasta el último rincón
el país está lleno de violencia!
21 No dejes que se humille al oprimido;
¡haz que te alaben el pobre y el humilde!

22 ¡Levántate, oh Dios! ¡Defiende tu causa!
¡Recuerda que los necios te ofenden sin cesar!
23 No olvides los gritos de tus enemigos,
ni el creciente alboroto de los rebeldes.