Job
1-2 Si todas mis penas y desgracias
pudieran pesarse en una balanza,
3 pesarían más que la arena del mar.
Por eso he hablado con pasión.
4 El Todopoderoso ha clavado en mí sus flechas,
y el veneno de ellas me corre por el cuerpo.
Dios me ha llenado de terror con sus ataques.
5 ¿Acaso rebuzna el asno, si tiene hierba?
¿Acaso brama el toro, si tiene pasto?
6 ¿Quién come sin sal una cosa desabrida?
¿Qué gusto tiene una cosa sin sabor?
7 Pues lo que jamás quise comer
es ahora mi alimento.
8 ¡Oh, si Dios me concediera lo que pido;
si me cumpliera lo que deseo!
9 ¡Oh, si Dios se decidiera por fin
a aplastarme y acabar con mi vida!
10 A pesar de la violencia del dolor,
eso sería un gran consuelo para mí,
pues siempre he cumplido con las leyes del Dios santo.
11 ¿Me quedan, acaso, fuerzas para resistir
o razón alguna para seguir viviendo? No.
12 ¿Acaso tengo la dureza de la roca
o la resistencia del bronce? No.
13 No puedo valerme por mí mismo,
ni cuento con ningún apoyo.
14 Al amigo que sufre se le ama,
aun cuando no haya sido fiel al Todopoderoso.
15 Pero ustedes, mis amigos, me han fallado;
son como arroyos que se quedan secos.
16 El agua baja turbia,
revuelta con el hielo y la nieve;
17 pero pasa el deshielo y se secan los arroyos,
viene el calor y se acaba el agua;
18 eso obliga a las caravanas a desviarse de su camino
y avanzar por el desierto hasta que mueren.
19 Las caravanas de Temán y de Sabá
buscan llenas de esperanza esos arroyos,
20 pero al llegar se ven decepcionadas,
y así queda frustrada su esperanza.
21 Así son ustedes para mí:
ven mi horrible situación, y sienten miedo.
22 Pero yo no les he pedido nada,
ni que den dinero por salvarme,
23 ni que me libren de manos del enemigo,
ni que me rescaten del poder de los bandidos.

24 Denme lecciones, y guardaré silencio:
muéstrenme el error que he cometido.
25 Nadie puede objetar un buen argumento,
pero ustedes me acusan sin razón.
26 Ustedes me critican por mis palabras,
por palabras locas que se lleva el viento.
27 ¡Son capaces de jugarse la vida de un huérfano,
y hasta de vender a su propio amigo!
28 Mírenme ahora cara a cara;
y díganme si miento.
29 Retiren lo dicho, no sean injustos;
reconozcan que tengo razón.
30 ¿Acaso creen que soy un mentiroso
que no entiende lo que dice?