1 Moisés siguió con las ordenanzas:
«No ofrezcan como sacrificio al Señor su Dios ningún toro ni oveja que tenga defecto o alguna cosa mala, porque eso le es repugnante.
2-3 »Las poblaciones en las que van a vivir son un regalo del Señor su Dios. Por eso, ningún hombre o mujer deberá rendirles culto a otros dioses: ya sea el sol, la luna o las estrellas. El Señor ha prohibido esas prácticas. 4 Si ustedes llegan a enterarse de tales cosas, investiguen bien el asunto; y si resulta verdad que se ha cometido un acto tan repugnante en Israel, 5 llevarán ante el tribunal de la ciudad a quien haya cometido esta mala acción y lo condenarán a morir apedreado.
6 »La sentencia de muerte se dictará solo cuando haya declaración de dos o tres testigos, pues por la declaración de un único testigo nadie podrá ser condenado a muerte. 7 Los testigos serán los primeros en arrojarle piedras al condenado, y después lo hará todo el pueblo. Así acabarán con el mal que haya en medio de ustedes.
8 »Si tienen que juzgar un caso demasiado difícil, ya sea de muerte, pleito, heridas corporales o cualquiera otra cosa que ocurra en su ciudad, vayan al lugar que el Señor su Dios haya escogido 9 y pónganse en contacto con los sacerdotes levitas y con el juez de turno para exponerles el caso. Ellos dictarán entonces la sentencia que corresponda, 10 y ustedes la aplicarán siguiendo al pie de la letra sus instrucciones. 11 Hagan todo lo que ellos indiquen, y apliquen el castigo que ellos dicten; no los desobedezcan. 12 Pero al que actúe movido por la soberbia y desobedezca la decisión del sacerdote que está allí sirviendo al Señor, o la del juez, se lo condenará a muerte. Así acabarán ustedes con la maldad en Israel. 13 Al saber eso, el pueblo tendrá miedo y dejará de actuar con soberbia.
Instrucciones para los reyes
14 »Cuando hayan conquistado el país que el Señor su Dios les va a dar, y estén instalados en él, y quieran tener un rey que los gobierne, tal como sucede con las naciones vecinas, 15 deberán poner como rey de su nación a un israelita que el Señor su Dios elija. ¡Ningún extranjero deberá ser rey de ustedes! 16 Ese rey no deberá ser dueño de muchos caballos, ni mucho menos comprarlos en Egipto. Recuerden que el Señor les dijo que nunca más regresaran a Egipto. 17 Tampoco deberá tener muchas mujeres, pues ellas podrían llevarlo a serle infiel al Señor. Por último, el rey tampoco deberá adquirir grandes cantidades de oro y plata.
18 »Cuando el rey tome posesión del poder, mandará que le hagan una copia escrita de esta enseñanza, tomada del original que está al cuidado de los sacerdotes levitas. 19 Siempre deberá tener esa copia consigo, y leerla todos los días de su vida, para que aprenda a obedecer al Señor su Dios, a respetar todo el contenido de esta enseñanza y a poner en práctica sus mandatos. 20 No deberá considerarse superior a sus compatriotas. Más bien, si pone en práctica estos mandamientos, tanto él como sus descendientes tendrán un largo reinado en Israel.»
© Dios habla hoy ®, Cuarta edición © Sociedades Bíblicas Unidas, 2023.