La renuncia de Pablo a sus derechos
1 No me negarán ustedes que yo tengo la libertad y los derechos de un apóstol, pues he visto a Jesús nuestro Señor, y ustedes mismos son el resultado de mi trabajo en la obra del Señor. 2 Puede ser que para otros yo no sea apóstol; pero para ustedes sí lo soy. Ustedes mismos son la prueba de mi apostolado al servicio del Señor.
3 Esta es mi defensa contra los que me critican: 4 Tenemos todo el derecho de recibir comida y bebida, 5 y también de llevar con nosotros una esposa creyente, como hacen los otros apóstoles, los hermanos del Señor y Cefas. 6 ¿O acaso Bernabé y yo somos los únicos que debemos ganarnos la vida haciendo otros trabajos? 7 ¿Quién sirve como soldado y se paga sus propios gastos? ¿Quién cultiva un viñedo y no come de sus uvas? ¿Quién cuida las ovejas y no toma de la leche que ordeña? 8 Lo que digo no es una simple opinión humana, sino que la ley de Moisés lo dice. 9 En el libro de la ley está escrito: «No le pongas bozal al buey que trilla.» Y esto no significa que Dios se preocupe de los bueyes, 10 sino que se preocupa de nosotros. Porque la ley se escribió por causa nuestra, pues tanto el que ara la tierra como el que trilla el grano deben hacerlo con la esperanza de recibir su parte de la cosecha. 11 Así que, si nosotros hemos sembrado en ustedes una semilla espiritual, no es mucho pedir que cosechemos de ustedes algo de lo material. 12 Si otros tienen este derecho sobre ustedes, con mayor razón nosotros.
Pero no hemos hecho uso de tal derecho, y hemos venido soportándolo todo por no estorbar el anuncio del evangelio de Cristo. 13 Ustedes saben que quienes trabajan al servicio del templo viven del templo. Es decir, que quienes atienden el altar participan de las ofrendas que allí se hacen. 14 De igual manera, el Señor ha dispuesto que quienes anuncian el evangelio vivan de ello mismo. 15 Pero yo nunca he utilizado ninguno de estos derechos, ni tampoco les escribo esto para que ustedes me den algo. Prefiero morir a hacerlo. ¡Nadie me quitará esta satisfacción que tengo!
16 Cuando yo anuncio el evangelio, no lo hago por orgullo; más bien, lo siento como un deber ineludible. ¡Y ay de mí si no lo anuncio! 17 Porque si lo hiciera por voluntad propia, tendría derecho a una recompensa; pero si lo hago como un deber, es porque estoy cumpliendo un encargo que Dios me ha dado. 18 ¿Cuál es, pues, mi recompensa? En este caso, es la satisfacción de anunciar el evangelio sin cobrar nada; es decir, sin hacer valer mi derecho a vivir del anuncio del evangelio.
19 Aunque no soy esclavo de nadie, me he hecho esclavo de todos a fin de ganar a tantos como me sea posible. 20 Cuando he estado entre los judíos, me he vuelto como un judío para ganarlos a ellos; es decir, que para ganar a los que viven bajo la ley de Moisés, yo mismo me he puesto bajo esa ley, aunque en realidad no estoy sujeto a ella. 21 Por otra parte, para ganar a los que no viven bajo la ley de Moisés, me he vuelto como uno de ellos (aunque realmente estoy sujeto a la ley de Dios, ya que estoy bajo la ley de Cristo). 22 Cuando he estado con los débiles, me he vuelto débil para ganarlos también. Es decir, me he hecho igual a todos para que, de alguna manera, pueda salvar a algunos. 23 Todo lo hago por causa del evangelio, para ser copartícipe de sus beneficios.
24 Ustedes saben que en una carrera todos corren, pero solamente uno recibe el premio. Pues bien, corran ustedes de tal modo que reciban el premio. 25 Quienes compiten en un deporte entrenan con disciplina con tal de alcanzar una corona que en seguida se marchita; en cambio, nosotros luchamos por recibir un galardón que perdura para siempre. 26 Yo, por mi parte, no corro a ciegas ni peleo como si estuviera dando golpes al aire. 27 Al contrario, disciplino mi cuerpo y lo someto a mi voluntad, no sea que después de haber predicado a otros, yo mismo quede descalificado.
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