El reinado de paz del Señor
(Is 2.2-4)1 En los últimos tiempos,
el monte donde se halla el templo del Señor
será confirmado como el monte más alto,
más elevado que cualquier otro monte.
Hacia él acudirán los pueblos;
2 naciones numerosas llegarán, diciendo:
«Vengan, subamos al monte del Señor,
al templo del Dios de Jacob,
para que él nos enseñe sus caminos
y podamos andar por sus sendas.»
Porque de Sión saldrá la enseñanza del Señor;
¡de Jerusalén saldrá su palabra!
3 El Señor juzgará entre pueblos numerosos
y dictará sentencia entre naciones poderosas,
aun entre las más lejanas.
Ellas convertirán sus espadas en azadones
y sus lanzas en hoces.
Ninguna nación volverá a blandir la espada,
ni se entrenarán más para la guerra.
4 Cada cual podrá descansar
a la sombra de su vid y de su higuera,
y no habrá nadie que les infunda miedo.
¡Son las palabras mismas del Señor todopoderoso!
5 Sí, todos los pueblos obedecen a sus propios dioses,
pero nosotros siempre obedeceremos al Señor, nuestro Dios.
El Señor salvará a su pueblo
6-7 Esto afirma el Señor:
«En aquel día reuniré a mis ovejas,
a las que había castigado:
a las rengas y a las descarriadas;
y con el pequeño resto que aún quede,
haré una nación fuerte.
Yo, el Señor, reinaré sobre ellos
en el monte Sión, desde ahora y para siempre.
8 Y tú, Jerusalén, torre y fortaleza de Sión,
a ti volverá el gobierno soberano,
y la realeza retornará a la ciudad.»
9 Ahora pues, ¿por qué gritas así,
como mujer con dolores de parto?
¿Acaso es porque no tienes rey?
¿O porque han muerto tus consejeros?
10 Retuércete y grita, ciudad de Sión,
como mujer con dolores de parto,
porque tu gente va a salir de la ciudad
y tendrá que vivir a campo abierto,
y aun llegará hasta Babilonia.
Pero allí el Señor librará a su pueblo;
lo rescatará del poder de sus enemigos.
11 Ahora muchas naciones
se han juntado en contra tuya y dicen:
«¡Que la ciudad de Sión sea profanada,
y que podamos verlo con nuestros ojos!»
12 Pero esas naciones no conocen
los pensamientos y los planes del Señor;
no saben que él los va a juntar
como manojos de espigas en la era.
13 ¡Levántate y trilla, ciudad de Sión!
Porque el Señor dice:
«Yo te daré la fuerza de un toro
con cuernos de hierro y pezuñas de bronce,
para que tritures a pueblos numerosos.
Tú les quitarás los bienes y riquezas
que consiguieron en la guerra,
y me los consagrarás a mí,
al Señor de toda la tierra.»
Paz a las naciones
1 En el futuro,
el monte donde se encuentra
el templo de nuestro Dios
será el monte más importante.
Allí vendrán muchos pueblos
2 y gente de muchas naciones,
y unos a otros se dirán:
«Subamos al monte de Sión,
al templo del Dios de Israel,
para que él mismo nos enseñe
y obedezcamos sus mandamientos.
»Dios mismo será nuestro maestro
desde el monte de Sión,
¡desde la ciudad de Jerusalén!
3 Dios mismo dictará sentencia
contra naciones y pueblos lejanos,
y ellos convertirán sus espadas
en herramientas de trabajo.
Nunca más nación alguna
volverá a pelear contra otra,
ni se entrenará para la guerra.
4 »Todo el mundo vivirá tranquilo
bajo la sombra de su viña,
o a la sombra de su higuera,
porque así Dios lo ha prometido.
5 ¡Qué importa que otras naciones
adoren a sus propios dioses!
¡Nosotros siempre obedeceremos
a nuestro poderoso Dios!»
Dios salvará a Israel
6-7 Así ha dicho nuestro Dios:
«Mi pueblo parece un rebaño
de ovejas cojas y perdidas,
porque está sufriendo mi castigo.
Pero ya está cerca el día
en que volveré a reunirlo.
Cuando llegue ese día,
con los pocos que hayan quedado
volveré a hacer una gran nación,
y desde mi templo en Jerusalén
reinaré sobre ella para siempre.
8 »Hermoso monte de Sión,
tú has sido una torre protectora
para mi amada Jerusalén;
así que volverás a ser como antes,
¡serás la gran capital de mi pueblo!
9-10 »Tú, Jerusalén,
lloras y te retuerces de dolor,
como si fueras una mujer
a punto de tener un hijo.
Pero no hay razón para que llores;
¡tienes rey y no te faltan consejeros!
Más bien, llora
porque tus habitantes te abandonarán
y vivirán en el campo,
y después serán llevados a Babilonia.
Sin embargo, yo los pondré en libertad;
¡yo mismo los libraré
del poder de sus enemigos!
11 »Muchas naciones se han reunido,
y dicen en contra tuya:
“¡Ojalá podamos ver
la derrota de Jerusalén!”
12 »Pero esas naciones no saben
lo que tengo pensado hacer;
es algo que no pueden entender:
¡voy a juntarlas para hacerlas polvo!
13 »¡Vamos, Jerusalén!
¡Levántate y hazlos pedazos!
Yo te daré la fuerza de un toro,
para que destruyas a muchos pueblos;
¡tus cuernos parecerán de hierro!,
¡tus cascos parecerán de bronce!
Les quitarás todas sus riquezas
y me las entregarás,
pues toda la tierra me pertenece.»