El mérito es del Señor, no de Israel
1 Moisés siguió diciendo:
«Escuchen, israelitas: ha llegado el momento de que crucen ustedes el Jordán y se lancen a la conquista de naciones más grandes y poderosas que ustedes, y de grandes ciudades rodeadas de murallas muy altas; 2 sus habitantes son grandes y altos como los descendientes del gigante Anac, y todo el mundo sabe que son invencibles.
3 »Bien saben que el Señor su Dios marcha al frente de ustedes, y que destruirá y humillará a esas naciones como un fuego devorador. Ustedes los desalojarán y los destruirán en un abrir y cerrar de ojos, tal como el Señor lo ha prometido. 4 Cuando el Señor su Dios haya arrojado a esos pueblos enemigos, no se digan a sí mismos: “Gracias a nuestros méritos, el Señor nos ha dado posesión de este país”; pues si el Señor los expulsa, es por causa de la maldad de ellos. 5 No, no es porque ustedes sean muy buenos y se lo merezcan, por lo que van a tomar posesión de su país; el Señor los arroja de la presencia de ustedes a causa de la maldad de ellos y para cumplir la promesa que hizo a Abrahán, Isaac y Jacob, antepasados de ustedes. 6 Ustedes saben muy bien que no es debido a sus méritos por lo que el Señor su Dios les da la posesión de esa buena tierra, pues ustedes son un pueblo muy terco.
Rebelión de Israel en el monte Horeb
(Ex 31.18—32.35)7 »Nunca deben ustedes olvidar que han hecho enojar al Señor su Dios en el desierto. Desde que salieron de Egipto y hasta que llegaron a este lugar, siempre han sido rebeldes. 8 Ya en el monte Horeb le causaron tanta ira, que estuvo a punto de destruirlos. 9 Yo subí al monte para recoger las tablas de piedra sobre las que se escribió la alianza que el Señor había hecho con ustedes. Allí me quedé cuarenta días y cuarenta noches sin comer ni beber nada. 10-11 El Señor me dio entonces las dos tablas de la alianza, escritas por él mismo, que contenían todas las palabras que él les había dicho en el monte, de en medio del fuego, el día en que todos nos reunimos. 12 Entonces me dijo: “Anda, baja pronto de aquí, porque el pueblo que sacaste de Egipto se ha corrompido. Muy pronto han dejado de cumplir lo que yo les ordené, y se han hecho un ídolo de metal fundido.”
13 »El Señor también me dijo: “Ya he visto que este pueblo es muy terco. 14 Quítate de mi camino, que voy a destruirlos; ¡nadie en la tierra volverá a recordarlos! Pero con tus descendientes haré una nación más fuerte y numerosa que ellos.”
15 »Cuando bajé con las dos tablas de la alianza, el monte ardía en llamas. 16 Y al llegar a donde ustedes estaban, vi que habían fabricado un becerro de metal fundido, y de esa manera habían pecado contra el Señor y desobedecido lo que él les había ordenado. 17 Arrojé entonces las dos tablas que traía en las manos, y las hice pedazos delante de ustedes. 18 Después me arrodillé delante del Señor y, tal como ya lo había hecho antes, estuve cuarenta días y cuarenta noches sin comer ni beber nada, por causa del pecado que ustedes habían cometido: ¡Habían provocado la ira del Señor por haberlo ofendido de tal manera! Por eso estaba lleno de ira. 19 Su enojo y furor me causaron mucho miedo, sobre todo, porque me hizo saber que quería destruirlos. Pero una vez más, el Señor me escuchó. 20 El Señor también estaba muy enojado contra Aarón, y quería destruirlo, pero yo intervine en favor de él. 21 Luego tomé el becerro que los hizo pecar, y lo arrojé al fuego, lo reduje a un montón de polvo, y lo eché al arroyo que baja del monte.
22 »De nuevo provocaron la ira del Señor en Tabera, en Masá y en Quibrot Hatavá. 23 Y cuando el Señor les ordenó partir de Cadés Barnea para ir a tomar posesión del país que él les había dado, también se opusieron a su mandato y no tuvieron fe en él ni quisieron obedecerlo. 24 ¡Desde que yo los conozco, ustedes han sido rebeldes al Señor! 25 Como el Señor había amenazado con destruirlos, yo me quedé arrodillado delante del Señor durante cuarenta días y cuarenta noches, 26 y con ruegos le dije: “Señor, no destruyas a este pueblo, que es tuyo, que tú liberaste con tu grandeza y sacaste de Egipto con gran poder. 27 Acuérdate de tus siervos Abrahán, Isaac y Jacob. No tengas en cuenta la terquedad de este pueblo, ni su maldad y pecado, 28 para que no se diga en el país del que nos sacaste: El Señor no pudo hacerlos entrar en el país que les había prometido, y como los odiaba, los hizo salir de aquí para hacerlos morir en el desierto. 29 Pero ellos son tu pueblo, son tuyos; tú los sacaste de Egipto con gran despliegue de poder.”»
Dios ayudará a su pueblo
1 Moisés continuó diciendo:
«¡Israelitas, pongan atención! Pronto cruzarán al otro lado del río Jordán, y expulsarán de esa tierra a todos los pueblos que allí viven. Esa gente es más fuerte y poderosa que ustedes, y sus ciudades son grandes y están bien protegidas con altas murallas. 2 Entre ellos viven los descendientes del gigante Anac, y la gente cree que son invencibles. 3 Pero ustedes saben que nuestro Dios marcha al frente de nosotros. Su poder es el de un fuego destructor, y con él derrotará y humillará a esos gigantes. Por el poder de Dios, ustedes podrán vencer a esa gente y la expulsarán de allí enseguida, tal como Dios lo ha prometido.
4-5 »Cuando ustedes hayan entrado ya en ese territorio, y Dios haya expulsado de allí a esa gente, no vayan a pensar que Dios les ha dado esas tierras porque ustedes son muy buenos. Dios expulsará a esa gente por su maldad. Así cumplirá la promesa que les hizo a Abraham, a Isaac y a Jacob, los antepasados de ustedes. 6 Una cosa debe quedar bien clara: si Dios les da esta buena tierra, no es porque ustedes sean muy buenos, pues en realidad son un pueblo muy terco.
Desobediencia de Israel
7-8 »Nunca se olviden de esto: Desde el día en que ustedes salieron de Egipto, y hasta el día de hoy, siempre han desobedecido a Dios. Cuando estaban en el desierto, y también en el monte Horeb, hicieron enojar a Dios, y él pensó en destruirlos. 9 Yo había subido al monte para recibir las tablas del pacto que Dios hizo con ustedes. Allí pasé cuarenta días y cuarenta noches sin comer ni beber nada.
10-11 »En esa ocasión Dios me dio los mandamientos que él mismo escribió en tablas de piedra. Ya antes, cuando les habló desde el fuego, él les había anunciado que les daría esos mandamientos. 12 A mí me dijo: “Baja de la montaña ahora mismo, pues el pueblo que sacaste de Egipto me está desobedeciendo; ¡muy pronto me ha traicionado! Se han fabricado un ídolo, y lo están adorando. 13 Me he dado cuenta de que este pueblo es muy terco. 14 ¡Déjame destruirlo, para que nadie vuelva a recordarlo! Pero a ti, te pondré por jefe de un pueblo mucho más fuerte y grande”.
15 »Yo bajé del monte con las dos tablas del pacto en mis manos. Cuando bajé, el monte ardía en llamas. 16 Al llegar a donde ustedes estaban, vi cómo habían pecado contra Dios: se habían hecho un ídolo con forma de toro y lo estaban adorando.
»No les tomó mucho tiempo desobedecer a su Dios. 17 Y fue tanto mi enojo que arrojé al suelo las dos tablas, y a la vista de todos se hicieron pedazos. 18-29 Después tomé el ídolo que habían hecho, lo quemé y eché las cenizas al arroyo que bajaba del monte.
»El pecado de ustedes me causó mucho dolor y tristeza, pues hizo enojar a Dios. Por eso me arrodillé delante de él, y durante cuarenta días y cuarenta noches no comí ni bebí nada. Dios estaba tan enojado con ustedes y con Aarón, que estaba decidido a destruirlos.
»Yo sentí tanto miedo que oré a Dios y le dije: “Dios mío, no destruyas al pueblo que sacaste de Egipto con tu gran poder. Es tu pueblo. Recuerda que Abraham, Isaac y Jacob siempre te fueron fieles y te obedecieron en todo. Olvídate de que este pueblo es terco; olvídate de su pecado y de su maldad. Si lo destruyes, los otros pueblos van a pensar que no pudiste llevarlo hasta la tierra que le prometiste. También van a pensar que tú no lo quieres, y que lo sacaste al desierto para destruirlo por completo. Esta gente es tu pueblo; es el pueblo que con tu gran poder sacaste de Egipto”.
»Una vez más, Dios escuchó mi oración y los perdonó. Pero no fue esa la única ocasión en que ustedes lo hicieron enojar. También lo hicieron enojar en Taberá, en Masá y en Quibrot-hataavá. Además, cuando ustedes estaban en Cadés-barnea, Dios les ordenó que fueran a conquistar la tierra prometida, pero ustedes no creyeron en su promesa ni lo obedecieron. ¡Desde el día en que los conocí, ustedes han sido siempre tercos y desobedientes!»