La locura del rey Nabucodonosor
1 1 (3.31) «Yo, el rey Nabucodonosor, deseo paz y prosperidad a todos los pueblos, naciones y lenguas que habitan la tierra. 2 2 (3.32) Quiero que ustedes sepan las cosas tan maravillosas que el Dios altísimo ha hecho conmigo. 3 3 (3.33) ¡Cuán grandes son sus prodigios y milagros! Su reino durará por siempre, y su poder continuará de generación en generación.
4 4 (1) »Yo, Nabucodonosor, vivía tranquilo en mi palacio y disfrutaba de una gran prosperidad. 5 5 (2) Pero una noche, mientras estaba acostado, tuve un sueño que me espantó, y pensamientos y visiones que me llenaron de terror. 6 6 (3) Entonces ordené que vinieran a verme todos los sabios de Babilonia, para que me explicaran el significado del sueño. 7 7 (4) Vinieron todos los magos, adivinos, sabios y astrólogos de Babilonia, y yo les conté el sueño, pero no pudieron decirme qué significaba. 8 8 (5) Por último se presentó Daniel, llamado también Beltsasar en honor a mi dios, y cuya vida está guiada por el espíritu del Dios santo, y le conté mi sueño de la siguiente manera: 9 9 (6) “Beltsasar, jefe de los adivinos, yo sé que el espíritu del Dios santo te guía, y que conoces todos los misterios. Escucha lo que he visto en mi sueño y dime qué significa. 10 10 (7) Estas son las visiones que tuve mientras estaba acostado:
»”‘En medio de la tierra había un árbol muy alto.
11 11 (8) El árbol creció y se hizo muy grueso;
su copa tocaba el cielo, y se lo podía ver
desde los puntos más lejanos de la tierra.
12 12 (9) Eran tan hermosas sus hojas
y tan abundante su fruto,
que bastaba para alimentar a todos.
Las bestias del campo se ponían a su sombra,
en sus ramas hacían nidos las aves
y la vida de todo el mundo dependía de él.’
13 13 (10) »”De repente vi en mis visiones a un ángel centinela que bajaba del cielo, 14 14 (11) y que en voz alta decía:
»”‘Echen abajo el árbol, córtenle las ramas,
quítenle las hojas, esparzan sus frutos.
Que huyan las bestias que están bajo su sombra
y las aves que anidan en sus ramas.
15 15 (12) Pero dejen en la tierra el tronco y sus raíces;
sujétenlo con cadenas de hierro y de bronce,
y déjenlo entre la hierba del campo.
Que caiga el rocío sobre él,
y que comparta con las bestias la hierba del campo.
16 16 (13) Que su mente se trastorne
y se vuelva como la de un animal,
y que ese mal le dure siete años.
17 17 (14) Esta es la sentencia que han dictado
los santos ángeles centinelas,
para que toda la humanidad sepa
que el Dios altísimo tiene poder
sobre los reinos humanos,
que él da el gobierno a quien quiere dárselo
y hace jefe de una nación
al más humilde de los hombres.’
18 18 (15) »”Este es el sueño que yo, el rey Nabucodonosor, tuve. Ahora, Beltsasar, dime su significado, pues ninguno de los sabios de mi reino lo ha entendido; pero tú podrás interpretarlo, porque en ti está el espíritu del Dios santo.
19 19 (16) »”Entonces Daniel, al que llamaban Beltsasar, se quedó un momento pensativo, horrorizado por los pensamientos que le venían a la mente. Pero yo, el rey, le dije: ‘Beltsasar, no te preocupes por el sueño que he tenido, ni por su explicación.’ Y Beltsasar contestó: ‘¡Ay, que todo lo que el sueño significa recaiga sobre los enemigos de Su Majestad! 20 20 (17) El árbol alto y grueso que vio Su Majestad, el cual llegaba hasta el cielo y se podía ver desde los puntos más lejanos de la tierra, 21 21 (18) que tenía hojas hermosas y fruto abundante que alcanzaba para alimentar a todos, a cuya sombra se arrimaban las bestias del campo y en cuyas ramas hacían su nido las aves, 22 22 (19) ese árbol es Su Majestad, que ha crecido y se ha hecho poderoso. La grandeza de Su Majestad ha aumentado hasta alcanzar la altura del cielo, y su dominio se ha extendido sobre toda la tierra. 23 23 (20) Su Majestad vio también que un santo ángel centinela bajaba del cielo y decía: Echen abajo el árbol y destrúyanlo, pero dejen en la tierra el tronco y sus raíces; sujétenlo con cadenas de hierro y de bronce, y déjenlo entre la hierba del campo. Que caiga el rocío sobre él, y que comparta con las bestias la hierba del campo durante siete años. 24 24 (21) Esto significa la sentencia que el Dios altísimo ha dictado contra Su Majestad. 25 25 (22) Y Su Majestad será separado de la gente y vivirá con los animales; comerá hierba, como los bueyes, y el rocío empapará su cuerpo. Así vivirá Su Majestad durante siete años, hasta que reconozca que el Dios altísimo tiene poder sobre todos los reinos humanos, y que él pone como gobernante a quien él quiere. 26 26 (23) La orden de dejar en la tierra el tronco y sus raíces significa que se devolverá a Su Majestad el reino cuando Su Majestad haya reconocido que Dios es quien tiene el poder. 27 27 (24) Por tanto, siga Su Majestad este consejo mío: actúe con rectitud y no peque más; no cometa maldades y ocúpese de ayudar a los pobres. Tal vez así Su Majestad pueda seguir viviendo en paz y prosperidad.’”»
28 28 (25) Todas estas cosas anunciadas al rey Nabucodonosor se cumplieron: 29 29 (26) Un año después, mientras el rey se paseaba por la terraza de su palacio de Babilonia, 30 30 (27) dijo: «¡Miren qué grande es Babilonia! Yo, con mi gran poder, la edifiqué como capital de mi reino, para dejar muestras de mi grandeza.»
31 31 (28) Todavía estaba hablando el rey cuando se oyó una voz del cielo, que decía: «Oye esto, rey Nabucodonosor. Tu reino ya no te pertenece; 32 32 (29) serás separado de la gente y vivirás con los animales; comerás hierba como los bueyes durante siete años, hasta que reconozcas que el Dios altísimo tiene poder sobre todas las naciones de la tierra, y que él pone como gobernante a quien él quiere.»
33 33 (30) En ese mismo instante se cumplió la sentencia anunciada, y Nabucodonosor fue separado de la gente; comió hierba, como los bueyes, y el rocío empapó su cuerpo, hasta que el pelo y las uñas le crecieron como si fueran plumas y garras de águila.
Curación de Nabucodonosor
34 34 (31) «Cuando el tiempo de la sentencia se cumplió, yo, Nabucodonosor, miré al cielo y me sentí curado de mi locura; entonces bendije al Dios altísimo y alabé con estas palabras al que vive para siempre:
»“Su poder durará para siempre;
su reino permanecerá de generación en generación.
35 35 (32) Ante él nada son
los habitantes de la tierra.
Él actúa según su voluntad,
tanto en el cielo como en la tierra.
No hay nadie que pueda oponerse a su poder
ni preguntarle qué ha hecho.”
36 36 (33) »En aquel mismo momento recobré el juicio, el esplendor de mi reino, mi honor y mi grandeza. Mis consejeros y las altas personalidades de mi gobierno vinieron a buscarme, y nuevamente fui puesto al frente del gobierno de mi nación, y se me dio un poder todavía mayor del que había tenido.
37 37 (34) »Ahora pues, yo, Nabucodonosor, alabo, honro y glorifico al Rey del cielo, porque todo lo que hace es verdadero y justo, y puede humillar a los soberbios.»
Nabucodonosor se vuelve loco
1 1 (3.31) Después de eso, Nabucodonosor dijo:
«Con mis mejores deseos de paz y abundancia para todos los pueblos de la tierra, yo, el rey Nabucodonosor, 2 2 (3.32) quiero contar las cosas tan maravillosas que el Dios altísimo ha hecho conmigo. 3 3 (3.33) ¡Qué grandes son sus milagros y maravillas! Su reino durará para siempre, y su poder nunca tendrá fin.
4 4 (4.1) »Mientras yo descansaba muy tranquilamente en mi palacio, 5 5 (2) tuve un sueño. Lo que vi en el sueño me asustó mucho. 6 6 (3) Entonces ordené que se presentaran ante mí todos los sabios de Babilonia, para que me explicaran el sueño. 7 7 (4) Cuando vinieron, les conté mi sueño; pero ninguno pudo decirme lo que significaba. 8-9 8-9 (5-6) Después se presentó Daniel. Nosotros lo conocemos como Beltsasar, en honor de mi dios. Yo sé que a Daniel lo guía el espíritu del Dios único. Por eso le conté mi sueño, y le dije:
»Tú, Beltsasar, eres más sabio que todos los sabios juntos. Yo sé que no hay nada que tú no sepas. He tenido un sueño, y quiero que me digas lo que significa. 10 10 (7) Esto fue lo que soñé:
»En medio de la tierra
había un árbol muy alto.
11 11 (8) No había otro árbol más fuerte;
no había otro árbol más grande.
Se podía ver desde lejos,
y llegaba hasta el cielo.
12 12 (9) Eran tan verdes sus hojas
y tan abundante su fruta,
que alcanzaba para alimentar
a todas las aves del cielo,
a todos los animales del campo
y a toda la gente.
13 13 (10) »Mientras yo seguía acostado,
un ángel bajó del cielo
14 14 (11) y a gritos anunció:
“¡Echen abajo ese árbol!
Córtenle las ramas,
déjenlo sin hojas,
arránquenle su fruta.
Que se vayan los animales
que se cubren con su sombra;
que se vayan los pájaros
que anidan en sus ramas.
15-16 15-16 (12-13) Déjenle sólo el tronco,
y no le arranquen las raíces.
Déjenlo entre la hierba del campo,
y que lo riegue el rocío.
”Dejen que ese árbol,
que es el rey Nabucodonosor,
cambie su manera de pensar
y se vuelva como los animales.
Déjenlo que coma hierba,
como los animales,
y sujétenlo con cadenas
durante siete años.
17 17 (14) ”Los mensajeros de Dios
han decidido castigarlo.
Así todo el mundo sabrá
que solo el Dios altísimo
gobierna a todos los reinos.
Hace rey a quien él quiere,
y hace jefe de un país
a la persona más sencilla”.
18 18 (15) »Este es el sueño que tuve, y que ningún sabio me pudo explicar. Pero yo sé que tú puedes hacerlo, porque el espíritu del Dios único está en ti».
19 19 (16) Daniel estaba muy preocupado por las ideas que le venían a la cabeza, así que se quedó callado. Pero el rey lo llamó por su otro nombre y le dijo:
—No te preocupes, Beltsasar. Dime lo que significa el sueño.
Y Daniel le contestó:
—¡Cómo quisiera yo que el significado del sueño tuviera que ver con los enemigos de Su Majestad! 20-22 20-22 (17-19) El árbol grande y poderoso que usted vio en su sueño es usted mismo. Su Majestad llegó a ser tan poderoso que su grandeza llegaba hasta el cielo. Y así como el árbol tenía hojas muy verdes, y todos comían de su fruta, así también Su Majestad cubría toda la tierra, y todo el mundo sabía de su poder.
23 23 (20) »En el sueño usted vio que un ángel bajaba del cielo, y ordenaba que cortaran el árbol. Pero tenían que dejarle el tronco y las raíces, y sujetarlo con cadenas durante siete años. Además, el árbol debía quedarse en el campo, junto con los animales.
24 24 (21) »Eso quiere decir que el Dios altísimo ha decidido castigar a Su Majestad. 25 25 (22) Usted ya no vivirá con la gente, sino que vivirá con los animales, y comerá hierba como ellos. Se bañará con el rocío del cielo, y así estará usted durante siete años. Al final de esos siete años, Su Majestad reconocerá que solo el Dios altísimo gobierna a todos los reinos del mundo, y que solo él puede hacer rey a quien él quiere.
26 26 (23) »Al árbol se le dejaron el tronco y las raíces. Eso quiere decir que Su Majestad volverá a reinar, pero solo cuando haya reconocido el poder del Dios del cielo.
27 27 (24) »Yo le aconsejo a Su Majestad que deje de hacer lo malo, y que ayude a la gente pobre y necesitada. Tal vez así pueda vivir Su Majestad tranquilo y feliz.
28 28 (25) Lo que Daniel le dijo al rey Nabucodonosor se hizo realidad. 29 29 (26) Un año después, el rey andaba paseando por su palacio 30 30 (27) y dijo: «¡Qué grande es Babilonia! ¡Yo fui quien la hizo grande y hermosa, para mostrar mi poder a todo el mundo!»
31 31 (28) Todavía estaba hablando el rey, cuando se oyó una voz del cielo que le dijo:
«Rey Nabucodonosor, a partir de este momento dejarás de ser rey. 32 32 (29) No vivirás ya entre la gente, sino que vivirás siete años entre los animales. Comerás hierba del campo, como ellos, hasta que reconozcas que el Dios altísimo es el único rey de este mundo. Solo Dios puede hacer rey a quien él quiere que sea rey».
33 33 (30) Estas palabras se cumplieron inmediatamente, y el rey dejó de vivir entre la gente. Comía pasto, como los toros, y se bañaba con el rocío del cielo. Sus cabellos parecían plumas de águila, y sus uñas parecían garras de pájaro.
Nabucodonosor sana de su locura
34 34 (31) «Al cabo de los siete años, yo, Nabucodonosor, dejé de estar loco. Entonces levanté los ojos al cielo y le di gracias al Dios altísimo, que vive para siempre. Lo alabé y le dije:
“Tu poder durará para siempre,
y tu reino no tendrá fin.
35 35 (32) Ante ti, nada podemos hacer
los que vivimos en la tierra.
Tú haces lo que quieres
con los ejércitos del cielo
y con los habitantes del mundo.
Nadie puede oponerse a ti,
ni hacerte ningún reclamo”.
36 36 (33) »Tan pronto como dije esto, sané de mi locura y recuperé la grandeza de mi reino. ¡Volví a ser el mismo de antes! Todos mis consejeros y jefes de mi reino vinieron a servirme, y llegué a ser más poderoso que antes. 37 37 (34) Por eso alabo y adoro al Rey del cielo, pues todo lo que hace está bien hecho. Él es un Dios justo, que humilla a los que son orgullosos. Lo digo yo, el rey Nabucodonosor».