Micaías anuncia la derrota de Ajab
(1~R 22.1-40)1 Josafat consiguió grandes riquezas y honores, y llegó a ser consuegro de Ajab.
2 Después de algunos años, Josafat fue a Samaria a visitar a Ajab, quien para festejar a Josafat y a sus acompañantes mató muchas ovejas y reses, y trató de incitarlo a atacar a Ramot de Galaad. 3 En efecto, Ajab, rey de Israel, preguntó a Josafat, rey de Judá:
—¿Quieres acompañarme a luchar contra Ramot de Galaad?
Josafat le respondió:
—Yo, lo mismo que mi ejército, estamos contigo y con tu gente para ir a la guerra. 4 Pero antes consulta la voluntad del Señor.
5 El rey de Israel reunió a los profetas, que eran cuatrocientos, y les preguntó:
—¿Debemos atacar a Ramot de Galaad, o no?
Y ellos respondieron:
—Atácala, porque Dios te la va a entregar.
6 Pero Josafat preguntó:
—¿No hay por aquí algún otro profeta del Señor a quien también podamos consultar?
7 El rey de Israel contestó a Josafat:
—Hay uno más, por medio del cual podemos consultar al Señor. Es Micaías hijo de Imla. Pero lo aborrezco, porque nunca me anuncia cosas buenas, sino siempre malas.
Josafat le dijo:
—No digas eso.
8 En seguida, el rey de Israel llamó a un oficial y le ordenó:
—¡Pronto, que venga Micaías hijo de Imla!
9 Tanto el rey de Israel como Josafat, el rey de Judá, tenían puesta su armadura y estaban sentados en sus tronos en la explanada a la entrada de Samaria, y todos los profetas habían caído en trance profético delante de ellos. 10 Sedequías hijo de Quenaná se había hecho unos cuernos de hierro, y gritaba: «¡Así ha dicho el Señor: “¡Con estos cuernos atacarás a los sirios hasta exterminarlos!”»
11 Todos los profetas anunciaban lo mismo. Decían al rey: «Ataca a Ramot de Galaad y obtendrás la victoria, pues el Señor va a entregarte la ciudad.»
12 El mensajero que había ido a llamar a Micaías, le dijo a este:
—Todos los profetas, sin excepción, han dado una respuesta favorable al rey. Así pues, te ruego que hables como todos ellos, y anuncies algo favorable.
13 Micaías le contestó:
—¡Juro por el Señor que solo diré lo que mi Dios me ordene decir!
14 Luego se presentó ante el rey, y el rey le preguntó:
—Micaías, ¿debemos atacar a Ramot de Galaad, o no?
Y Micaías dijo:
—Atáquenla, y obtendrán la victoria, pues Dios se la va a entregar.
15 Pero el rey le respondió:
—¿Cuántas veces te he dicho que bajo juramento me declares solo la verdad en el nombre del Señor?
16 Entonces Micaías dijo:
«He visto a todos los israelitas
desparramados por los montes,
como ovejas sin pastor.
Y el Señor ha dicho:
“Estos no tienen dueño;
que cada uno vuelva en paz a su casa.”»
17 El rey de Israel dijo a Josafat:
—¿No te he dicho que este hombre nunca me anuncia cosas buenas, sino solo cosas malas?
18 Micaías añadió:
—Por eso que has dicho, oigan ustedes la palabra del Señor: Vi al Señor sentado en su trono, y a todo el ejército del cielo, que estaba de pie, junto a él, a su derecha y a su izquierda. 19 Entonces el Señor preguntó quién iría a incitar a Ajab, rey de Israel, para que atacara a Ramot de Galaad y cayera allí. Unos decían una cosa y otros otra. 20 Pero un espíritu se presentó delante del Señor y dijo que él lo haría. El Señor le preguntó cómo lo iba a hacer, 21 y el espíritu respondió que iba a inspirar mentiras en todos los profetas del rey. Entonces el Señor le dijo que, en efecto, conseguiría engañarlo, y que fuera a hacerlo. 22 Y ahora ya sabes que el Señor ha puesto un espíritu mentiroso en labios de estos profetas tuyos, y que ha determinado tu ruina.
23 Entonces Sedequías hijo de Quenaná, acercándose a Micaías le dio una bofetada y dijo:
—¿Por dónde se me fue el espíritu del Señor para hablarte a ti?
24 Y Micaías le respondió:
—Lo sabrás el día en que andes escondiéndote de habitación en habitación.
25 Entonces el rey de Israel ordenó:
—¡Agarren a Micaías y llévenlo preso ante Amón, el gobernador de la ciudad, y ante Joás, mi hijo! 26 Díganles que yo ordeno que lo metan en la cárcel y lo tengan a ración escasa de pan y agua, hasta que yo regrese sano y salvo.
27 Todavía añadió Micaías:
«¡Escuchen, pueblos todos!
Si tú vuelves sano y salvo,
el Señor no ha hablado por medio de mí.»
28 Así pues, el rey de Israel, y Josafat, el rey de Judá, avanzaron contra Ramot de Galaad. 29 Y el rey de Israel dijo a Josafat:
—Yo voy a entrar en la batalla disfrazado, y tú te pondrás mi ropa.
Así el rey de Israel se disfrazó, y ambos entraron en combate. 30 Pero el rey de Siria había ordenado a los capitanes de sus carros de combate que no atacaran a nadie que no fuera el rey de Israel. 31 Y cuando los capitanes de los carros vieron a Josafat, pensaron que él era el rey de Israel y lo rodearon para atacarlo. Entonces Josafat gritó pidiendo ayuda, y el Señor lo ayudó. Dios los apartó de él, 32 pues al ver ellos que no era el rey de Israel, dejaron de perseguirlo. 33 Pero un soldado disparó su arco al azar, e hirió de muerte al rey de Israel por entre las juntas de la armadura. Entonces este le ordenó al conductor del carro:
—Da la vuelta y sácame del combate, porque estoy gravemente herido.
34 La batalla fue dura aquel día, y el rey de Israel tuvo que mantenerse en pie en su carro, haciendo frente a los sirios hasta la tarde. Al ponerse el sol, murió.
Micaías anuncia que Ahab será vencido
(1 R 22.1-28)1-3 Josafat llegó a ser muy rico y poderoso. Se casó con una hija de Ahab, quien en ese momento era rey de Israel y vivía en Samaria. Pasados algunos años, Josafat fue a visitar a Ahab. Para celebrar la visita de Josafat y sus acompañantes, Ahab mandó matar muchas ovejas y reses.
Luego Ahab trató de convencer a Josafat de que atacaran juntos la ciudad de Ramot, en la región de Galaad. Esa ciudad pertenecía al rey de Siria. Ahab le dijo a Josafat:
—¿Me ayudarías a quitarle al rey de Siria la ciudad de Ramot de Galaad?
Josafat le contestó:
—Tú y yo somos del mismo pueblo. Así que mi ejército y mis caballos están a tu disposición. 4 Pero antes de ir a luchar, averigua si Dios está de acuerdo.
5 Entonces el rey de Israel reunió a los profetas, que eran alrededor de cuatrocientos, y les preguntó:
—¿Debo atacar a Ramot de Galaad para recuperarla?
Los profetas contestaron:
—Atácala, porque Dios te la va a entregar.
6 Pero Josafat dijo:
—¿No hay por acá otro profeta de Dios al que le podamos consultar?
7 El rey de Israel le respondió:
—Hay un profeta al que podemos consultar. Se llama Micaías, y es hijo de Imlá. Pero yo lo odio porque nunca me anuncia cosas buenas, sino siempre cosas malas.
Josafat le dijo:
—No digas eso.
8 Entonces el rey de Israel llamó a un oficial y le dijo:
—Trae pronto a Micaías hijo de Imlá.
9 Ahab y Josafat llevaban puestos sus trajes reales y estaban sentados sobre sus tronos en un lugar alto, a la entrada de Samaria. En ese lugar se le quitaba la cáscara al trigo. Delante de ellos estaban todos los profetas dando mensajes. 10 Sedequías hijo de Quenaaná, se había hecho unos cuernos de hierro, y con ellos en la mano gritaba: «Dios ha dicho que con estos cuernos Ahab atacará a los sirios hasta destruirlos».
11 Todos los profetas anunciaban lo mismo, y le decían a Ahab: «Ataca a Ramot de Galaad, porque vas a triunfar. Dios va a darte la ciudad».
12 Mientras tanto, el oficial que había ido a buscar a Micaías, le dijo a este:
—Todos los profetas han anunciado que el rey Ahab vencerá. Habla tú como ellos y anuncia al rey algo bueno.
13 Pero Micaías le contestó:
—Juro por Dios que solo diré lo que Dios me diga.
14 Cuando Micaías se presentó delante del rey, este le preguntó:
—Micaías, ¿debo atacar a Ramot de Galaad?
Micaías le respondió:
—Atácala y triunfarás. Dios te entregará la ciudad.
15 Pero el rey le dijo:
—¿Cuántas veces te he rogado que me digas la verdad de parte de Dios?
16 Micaías contestó:
—Veo a todo el pueblo de Israel desparramado por las montañas. Andan como las ovejas, cuando no tienen pastor. Dios dijo que no tienen quién los dirija. Que cada uno vuelva tranquilo a su hogar.
17 Entonces Ahab le dijo a Josafat:
—¿No te dije que Micaías no me iba a anunciar nada bueno?
18 Micaías dijo:
—No debiste decir eso. Ahora escucha el mensaje que Dios te envía. Yo vi a Dios sentado sobre su trono. Todos los ángeles del cielo estaban de pie, unos a la derecha y otros a la izquierda. 19 Entonces Dios preguntó quién iría a convencer a Ahab de que atacara a Ramot de Galaad y fuera vencido ahí. Unos decían una cosa, mientras que otros decían otra. 20 Pero un espíritu vino delante de Dios y dijo que él iría a convencer a Ahab. 21-22 Dios le preguntó cómo iba a hacerlo. El espíritu dijo que haría que los profetas dijeran mentiras. Dios le permitió ir y hacer que los profetas dijeran mentiras, para convencer a Ahab. Así que Dios ha decidido que en esta batalla seas derrotado.
23 Entonces Sedequías hijo de Quenaaná se acercó, le dio a Micaías una bofetada en la cara y le dijo:
—¿Cómo te atreves a decir que el espíritu de Dios me ha abandonado, y que te ha hablado a ti?
24 Y Micaías le contestó:
—Cuando se cumpla lo que dije, te darás cuenta de que he dicho la verdad, y tendrás que esconderte donde puedas.
25 El rey de Israel ordenó:
—¡Llévense preso a Micaías! Entréguenlo a Amón, el gobernador de la ciudad, y a mi hijo Joás. 26 Díganles que lo pongan en la cárcel, y que no le den más que pan y agua hasta que yo regrese sano y salvo de la batalla.
27 Micaías dijo:
—Si tú regresas sano y salvo, significará que Dios no ha hablado por medio de mí.
Después, dirigiéndose a todos, agregó:
—¡Tengan en cuenta lo que he dicho!
Los sirios vencen a Ahab
(1 R 22.29-40)28 Ahab y Josafat fueron a atacar Ramot de Galaad. 29 Ahab le dijo a Josafat: «Yo me voy a disfrazar para ir a la batalla, pero tú puedes usar tu propia ropa».
Así que el rey de Israel se disfrazó y fue a luchar.
30 El rey de Siria había dado esta orden a los treinta y dos capitanes de sus carros de combate: «¡Ataquen solo al rey de Israel!»
31-32 Cuando los capitanes vieron a Josafat dijeron: «Seguramente él es el rey de Israel».
Así que lo rodearon para atacarlo, pero Josafat gritó pidiendo ayuda. Y Dios lo ayudó, pues hizo que los capitanes de los carros de combate se dieran cuenta de que no era Ahab, y así dejaran de perseguirlo.
33 Pero un soldado tiró con su arco una flecha al azar e hirió a Ahab. La flecha le entró por uno de los huecos de su armadura. Entonces el rey le dijo al soldado que manejaba su carro: «Da la vuelta y sácame del campo de batalla, porque estoy malherido».
34 Ese día la batalla fue muy dura. Algunos soldados mantuvieron en pie al rey en su carro de combate, para que se enfrentara a los sirios, pero murió al caer la tarde.