1 Yo soy un simple mortal, nacido de mujer;
mi vida es muy corta y llena de zozobras.
2 Soy como una flor que se abre y luego se marchita;
pasaré y me perderé como una sombra.
3 ¿Y en este ser humano has puesto los ojos,
y contra él quieres entablar un juicio?
4 No hay nadie que pueda sacar
pureza de la impureza.
5 Si tú eres quien determina
cuánto ha de vivir el hombre,
y le pones un límite que no puede pasar,
6 aparta de él tus ojos y déjalo en paz;
¡déjalo disfrutar de su vida de asalariado!
7 Cuando se corta un árbol,
queda aún la esperanza de que retoñe
y de que jamás le falten renuevos.
8 Aunque ya esté vieja la raíz
y el tronco se esté pudriendo en el suelo,
9 al sentir la frescura del agua, reverdece
y echa ramas como planta tierna.
10 En cambio, el hombre muere sin remedio;
y al morir, ¿a dónde va?
11 El agua del mar podrá evaporarse,
y los ríos podrán quedarse secos;
12 pero mientras el cielo exista,
nadie podrá levantarse de su tumba,
ni nadie despertará de su sueño.
13 ¡Oh, si me escondieras en el reino de la muerte
mientras se te pasa el enojo!
¡Oh, si pusieras un plazo para acordarte de mí!
14 Si el hombre muere, ¿volverá a vivir?
Yo esperaría todo el tiempo que durara mi servicio
hasta que viniera el alivio de mis penas.
15 Tú me llamarías, y yo te respondería;
me mirarías con afecto, pues eres mi Creador.
16 Si ahora vigilas cada uno de mis pasos,
entonces no te fijarías en mis pecados;
17 echarías mis faltas al olvido
y me limpiarías de mis delitos.
18 Aun las montañas acaban por derrumbarse,
y los peñascos por cambiar de sitio.
19 Así como el agua perfora la piedra
y las lluvias arrastran el polvo del suelo,
así destruyes tú la esperanza de los humanos.
20 Los derrotas para siempre, los echas de su tierra,
y se van desfigurados.
21 Si sus hijos alcanzan honores, ellos no se enteran;
si caen en desgracia, no llegan a saberlo;
22 solo sienten los dolores de su propio cuerpo,
el sufrimiento de su propio ser.
1 »Todos los que nacemos de una mujer
vivimos muy poco y sufrimos demasiado.
2 Somos como las flores: al cortarlas se marchitan;
somos como sombras: efímeras y pasajeras.
3 ¿Y sobre alguien así pones los ojos?
¿Y con alguien así entras en juicio?
4 ¿Acaso la impureza puede purificarse?
¡Eso es algo que nadie puede lograr!
5 Los días del hombre ya están contados;
tú has decidido ya cuántos meses vivirá;
su vida tiene un límite que no puede traspasar.
6 ¡Deja de mirarlo! ¡Déjalo tranquilo!
¡Deja que goce de la vida antes de morir!
7 »Al árbol cortado, le quedan raíces;
y vuelve a retoñar, y no le faltan renuevos.
8 Tal vez con el paso del tiempo envejezca su raíz,
y su tronco llegue a morir en el polvo,
9 pero al sentir el agua, cobra vida,
y crece y echa nuevo follaje.
10 Pero si el hombre muere, termina su vida;
si el hombre perece, ¿a dónde va a parar?
11 ¡Se evapora, como el agua del mar!
¡Desaparece, como el agua de un río seco!
12 El hombre muere y no vuelve a levantarse;
¡mientras el cielo exista, no se levantará de su sueño!
13 »Quisiera que me escondieras en el sepulcro,
que me ocultaras mientras se aplaca tu enojo,
que te fijaras un plazo para acordarte de mí.
14 Cuando el hombre muere, ¿acaso vuelve a vivir?
Mientras tenga que cumplir mi servicio obligatorio,
esperaré con paciencia a que llegue mi relevo.
15 Cuando tú me llames, yo te responderé;
y te deleitarás en la obra de tus manos.
16 Dejarás entonces de vigilar todos mis pasos,
y dejarás también de contar todos mis pecados,
17 echarás en un saco y guardarás todas mis locuras,
y cubrirás por completo mis injusticias.
18 »El monte que se desgaja, no vuelve a levantarse;
ruedan sus peñas y cambian de lugar;
19 el ímpetu del agua desgasta las piedras,
el aluvión arrastra el polvo de la tierra,
y tú pones fin a nuestras esperanzas.
20 Nos apabullas, y desaparecemos;
nos avasallas, y entonces nos despides.
21 Si nuestros hijos llegan a triunfar, no lo sabremos;
tampoco llegaremos a saber si caen en la deshonra.
22 Solamente sabremos de nuestros sufrimientos,
y cargaremos con nuestra propia tristeza.»