1 1 (63.19b) ¡Rasga el cielo, y baja
y haz temblar con tu presencia las montañas!
2 2 (1) Tus enemigos conocerían tu nombre
y las naciones temblarían ante ti,
como cuando el fuego quema las zarzas
o hace que hierva el agua,
3 3 (2) o como cuando hiciste cosas terribles e inesperadas,
o como cuando bajaste y las montañas temblaron ante ti.
4 4 (3) Jamás se ha sabido ni se ha visto
que fuera de ti haya otro dios
que haga tales cosas
en favor de los que en él confían.
5 5 (4) Tú aceptas con alegría a quien hace el bien
y se acuerda de hacer lo que tú enseñas.
Tú estás enojado porque hemos pecado;
desde hace mucho te hemos ofendido.
6 6 (5) Todos nosotros somos como quien está impuro;
todas nuestras buenas obras son como un trapo asqueroso;
todos hemos caído como hojas marchitas,
y nuestros crímenes nos arrastran como el viento.
7 7 (6) No hay nadie que te invoque
ni se esfuerce por apoyarse en ti;
por eso, por causa de nuestra maldad,
te ocultaste de nosotros y nos has abandonado.
8 8 (7) Pero tú, Señor, eres nuestro padre;
nosotros somos el barro, y tú nuestro alfarero;
¡a todos nos has hecho tú mismo!
9 9 (8) Señor, no te enojes demasiado
ni te acuerdes todo el tiempo de nuestros crímenes.
¡Mira que somos tu pueblo!
10 10 (9) Tus santas ciudades están convertidas en desierto,
Jerusalén está destruida y en ruinas.
11 11 (10) Nuestro santuario glorioso,
donde nuestros padres te alababan,
quedó destruido por el fuego.
¡Todo lo que más queríamos está en ruinas!
12 12 (11) Y ante todo esto, Señor, ¿no vas a hacer nada?
¿Te vas a quedar callado
y vas a seguir humillándonos tanto?
1 ¡Oh, si rompieses los cielos, y descendieras, y a tu presencia se escurriesen los montes, 2 como fuego abrasador de fundiciones, fuego que hace hervir las aguas, para que hicieras notorio tu nombre a tus enemigos, y las naciones temblasen a tu presencia! 3 Cuando, haciendo cosas terribles cuales nunca esperábamos, descendiste, fluyeron los montes delante de ti. 4 Ni nunca oyeron, ni oídos percibieron, ni ojo ha visto a Dios fuera de ti, que hiciese por el que en él espera. 5 Saliste al encuentro del que con alegría hacía justicia, de los que se acordaban de ti en tus caminos; he aquí, tú te enojaste porque pecamos; en los pecados hemos perseverado por largo tiempo; ¿podremos acaso ser salvos? 6 Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento. 7 Nadie hay que invoque tu nombre, que se despierte para apoyarse en ti; por lo cual escondiste de nosotros tu rostro, y nos dejaste marchitar en poder de nuestras maldades.
8 Ahora pues, Jehová, tú eres nuestro padre; nosotros barro, y tú el que nos formaste; así que obra de tus manos somos todos nosotros. 9 No te enojes sobremanera, Jehová, ni tengas perpetua memoria de la iniquidad; he aquí, mira ahora, pueblo tuyo somos todos nosotros. 10 Tus santas ciudades están desiertas, Sion es un desierto, Jerusalén una soledad. 11 La casa de nuestro santuario y de nuestra gloria, en la cual te alabaron nuestros padres, fue consumida al fuego; y todas nuestras cosas preciosas han sido destruidas. 12 ¿Te estarás quieto, oh Jehová, sobre estas cosas? ¿Callarás, y nos afligirás sobremanera?