La espada del Señor
1 1 (6) Entonces el Señor se dirigió a mí, y me dijo: 2 2 (7) «Tú, hombre, vuélvete hacia Jerusalén y dirige tu palabra contra su templo. Habla en mi nombre contra el país de Israel, 3 3 (8) y dile: “Esto dice el Señor: Yo me declaro tu enemigo. Voy a sacar mi espada, y mataré lo mismo a justos que a pecadores. 4 4 (9) Sí, voy a sacar mi espada para matar a todos por igual, a justos y a pecadores, desde el norte hasta el sur. 5 5 (10) Y todo el mundo sabrá que yo, el Señor, he sacado la espada y no la voy a guardar.”
6 6 (11) »Y tú, hombre, llora amargamente y con el corazón hecho pedazos; llora delante del pueblo. 7 7 (12) Y si acaso te preguntan por qué lloras, diles que es por la noticia de algo que está a punto de suceder: diles que todo el mundo perderá el ánimo y dejará caer los brazos; que nadie tendrá valor, y que a todos les temblarán de miedo las rodillas. Ya llega el momento, ya va a suceder. Yo, el Señor, lo afirmo.»
8 8 (13) El Señor se dirigió a mí, y me dijo: 9 9 (14) «Tú, hombre, habla en mi nombre y di que yo, el Señor, te he ordenado decir:

»“¡La espada, la espada!
Ya está afilada y pulida.
10 10 (15) Afilada para ejecutar una matanza,
pulida para lanzar rayos;
11 11 (16) se ha pulido para que uno la empuñe.
La espada está afilada y pulida,
para ponerla en manos del asesino.
12 12 (17) Y tú, hombre, ¡grita, chilla,
porque está destinada a matar a mi pueblo!
Todos los gobernantes de Israel
están condenados a morir con mi pueblo,
así que date golpes de dolor.
13 13 (18) Yo, el Señor, lo afirmo.”

14 14 (19) »Tú, hombre, habla en mi nombre;
incita a la espada a que hiera
con el doble y el triple de furor.
Es una espada hecha para matar;
es la terrible espada de la matanza,
que amenaza al pueblo por todas partes.
15 15 (20) Ella los va a llenar de miedo,
va a hacer muchas víctimas.
En cada una de sus casas
he puesto la espada asesina.
Es la espada pulida para lanzar rayos,
afilada para la matanza.
16 16 (21) ¡Afilada te quiero,
a la derecha, a la izquierda,
cortando a uno y otro lado!
17 17 (22) Yo también la voy a incitar
hasta que mi ira se calme.
Yo, el Señor, lo he dicho.»

18 18 (23) El Señor se dirigió a mí, y me dijo: 19 19 (24) «Traza dos caminos, para que el rey de Babilonia pase con su espada. Los dos caminos deben salir del mismo país, y al comienzo de cada camino deberás poner una señal que diga a qué ciudad lleva. 20 20 (25) Debes trazar un camino por donde pase el rey con la espada. Las ciudades son Rabá de los amonitas y Jerusalén, la ciudad fortificada de Judá. 21 21 (26) El rey de Babilonia se ha colocado donde comienzan los dos caminos, y consulta a la suerte: revuelve las flechas, consulta a sus dioses, examina hígados de animales. 22 22 (27) En la mano derecha le salió la flecha que señala a Jerusalén, y ello significa que debe atacarla con instrumentos de asalto y dar órdenes de matanza, lanzar gritos de guerra, atacar sus puertas, construir una rampa y rodearla por completo. 23 23 (28) Pero a la gente de Jerusalén le parece que esta es una profecía falsa, por las alianzas que han hecho. Pero en realidad es una acusación contra el pecado de ellos, y un anuncio de su captura. 24 24 (29) Por eso yo, el Señor, digo: Las maldades y los crímenes de ustedes saltan a la vista; los pecados que cometen en todas sus acciones están al descubierto. Por eso van a ser capturados. 25 25 (30) Y a ti, rey de Israel, criminal malvado, se te acerca el momento de recibir el castigo final. 26 26 (31) Yo, el Señor, digo: Te quitarán el turbante, te arrebatarán la corona, y todo será diferente. ¡Que llegue a la cumbre lo que está en el llano! ¡Que caiga por tierra lo que está en la cumbre! 27 27 (32) Todo lo dejaré convertido en ruinas, ruinas y más ruinas. Pero esto sucederá solo cuando venga aquel a quien, por encargo mío, le corresponde hacer justicia.
Castigo de los amonitas
28 28 (33) »Tú, hombre, habla en mi nombre y diles de mi parte a los amonitas que insultan a Israel, que la espada ya está desenfundada: lista para matar, pulida para lanzar rayos, lista para destruir. 29 29 (34) Sus visiones son falsas, y sus predicciones son mentira. La espada caerá sobre el cuello de esos malvados criminales. Ya se acerca el momento de su castigo final.
30 30 (35) »¡Espada, vuelve a tu funda! Yo te voy a juzgar allí donde te forjé, en la tierra en que naciste, 31 31 (36) y descargaré sobre ti mi ira como un incendio terrible; te entregaré en manos de gente brutal y destructora. 32 32 (37) Serás quemada, destruida; tu sangre correrá por todo el país y nadie volverá a acordarse de ti. Yo, el Señor, lo he dicho.»
La espada afilada del Señor
1 La palabra del Señor vino a mí, y me dijo:
2 «Hijo de hombre, fija ahora tu mirada en Jerusalén, y profetiza contra los santuarios y contra la tierra de Israel.
3 Dile a la tierra de Israel que yo, el Señor, estoy contra ella, y que voy a desenvainar mi espada para acabar con los justos y los injustos.
4 Sí, voy a limpiar a Israel de justos e injustos. Voy a descargar mi espada contra todo el mundo, de norte a sur.
5 Todos sabrán que yo, el Señor, he desenvainado mi espada, y que no volveré a envainarla.
6 »Tú, hijo de hombre, ¡ponte a llorar con todas tus fuerzas! ¡Gime amargamente a la vista de todos ellos!
7 Y cuando te pregunten por qué lloras, diles que es por la noticia de lo que está por suceder. Cuando se sepa la noticia, todo corazón desfallecerá y toda mano se debilitará; todo ánimo se angustiará y toda rodilla temblará. Viene como un torrente, y es inevitable.»
—Palabra de Dios el Señor.
8 La palabra del Señor vino a mí, y me dijo:
9 «Hijo de hombre, profetiza y diles que así ha dicho su Dios y Señor:

»“La espada está afilada y pulida.
10 Afilada para degollar a sus víctimas;
pulida para brillar en cada golpe.
¿Y esto es motivo de alegría?
El cetro de mi hijo es despreciado,
como si fuera un palo cualquiera.
11 Sí, la espada está afilada;
se afiló para tenerla a la mano.
Sí, la espada está pulida;
se pulió para entregársela al verdugo.
12 ¡Grita y llora, hijo de hombre!
Mi espada va a caer sobre mi pueblo
y sobre todos los príncipes de Israel.
¡Todos ellos caerán bajo su filo!
¡Hiérete con ella en el muslo,
13 que esta es una prueba muy dura!
No importa que la espada desprecie al cetro,
porque la espada dejará de existir.”
—Palabra de Dios el Señor.
14 »Tú, hijo de hombre, profetiza, y bate palmas una y otra vez. ¡Que hiera la espada asesina dos y hasta tres veces! ¡Esta es la espada asesina que acabará con todos,
15 para que el corazón desmaye y los estragos se multipliquen! ¡En todas las puertas de sus ciudades he puesto el horror de la espada! ¡Dispuesta está para brillar! ¡Dispuesta está para degollar!
16 ¡Da tajos a la derecha, da tajos a la izquierda, da tajos por todas partes!
17 Y yo también batiré palmas, y así apaciguaré mi enojo. Yo, el Señor, he hablado.»
18 La palabra del Señor vino a mí, y me dijo:
19 «Tú, hijo de hombre, traza dos caminos para que por ellos venga el rey de Babilonia con su espada. Los dos caminos partirán del mismo país, pero al comienzo de cada uno de ellos deberás poner una señal que indique la ciudad a la que lleva.
20 Indícale a la espada el camino que lleva a Rabá de los amonitas, y a Jerusalén, la ciudad fortificada de Judá.
21 El rey de Babilonia se ha detenido en la encrucijada, donde se abren los dos caminos, y allí recurre a la adivinación: sacude las flechas, consulta a sus ídolos, examina el hígado.
22 La adivinación señaló hacia la derecha, hacia Jerusalén, para dar la orden de ataque y comenzar la matanza, para lanzar el grito de guerra y poner arietes contra las puertas, para levantar vallas y torres de sitio.
23 Los habitantes de la ciudad verán esto como una adivinación falsa, ya que el rey les ha hecho solemnes juramentos, pero este se acordará de la maldad de ellos y los capturará.»
24 Por lo tanto, así ha dicho Dios el Señor:
«Ustedes han hecho que se recuerde la maldad que han cometido. Sus traiciones y pecados han quedado al descubierto. Por eso, por haber traído esto a la memoria, caerán en las manos del rey.
25 »Y a ti, profano e impío príncipe de Israel, te ha llegado el día. Tu maldad ha llegado al colmo.
26 El Señor tu Dios te dice: “Quítate la tiara, ¡quítate la corona, que esto no puede seguir así!” Lo bajo será exaltado, y lo alto será humillado.
27 Todo esto lo dejaré en ruinas, y dejará de existir, hasta que venga aquel a quien entregaré el derecho de dictar sentencia.
Juicio contra los amonitas
28 »Y tú, hijo de hombre, profetiza contra los amonitas y diles de mi parte acerca de sus ofensas: “Así ha dicho Dios el Señor: ‘La espada ya está desenvainada y lista para degollar; la espada está pulida y resplandece para masacrar.
29 Tus profetas te anuncian falsedades y te mienten con sus adivinaciones. Pero esos malvados ya han sido sentenciados a muerte. Tú descargarás la espada sobre su cuello, porque ha llegado la hora de poner fin a su maldad.
30 ¿Volveré a envainar la espada? ¡Allí, donde te criaste; allí, donde has vivido, dictaré sentencia contra ti!
31 Voy a derramar mi enojo sobre ti, y el fuego de mi enojo te consumirá. ¡Voy a entregarte en manos de gente sanguinaria y experta en la destrucción!
32 El fuego te devorará, la tierra se empapará con tu sangre, y nadie volverá a recordarte.’” Yo, el Señor, lo he dicho.»