Mujeres que servían a Jesús
1 Después de esto, Jesús andaba por todas las ciudades y aldeas, y allí proclamaba y anunciaba las buenas noticias del reino de Dios. Lo acompañaban los doce,
2 y también algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malignos y de enfermedades: María, a la que llamaban Magdalena, y de la que habían sido expulsados siete demonios;
3 Juana, la mujer de Chuza, el intendente de Herodes; Susana, y muchas otras que los atendían con sus propios recursos.
Parábola del sembrador
(Mt 13.1-15Mt 18-23Mc 4.1-20)4 De cada ciudad acudía gente para ver a Jesús. Al reunirse una gran multitud, Jesús les relató esta parábola:
5 «El sembrador salió a sembrar su semilla. Mientras sembraba, parte de ella cayó junto al camino, y fue pisoteada y las aves del cielo se la comieron.
6 Otra parte cayó sobre las piedras, pero al brotar se secó por falta de humedad.
7 Otra parte cayó entre los espinos, pero la ahogaron los espinos que brotaron con ella.
8 Otra parte cayó en buena tierra; y brotó y produjo una cosecha del ciento por uno.»
Y levantando la voz, dijo: «El que tenga oídos para oír, que oiga.»
9 Sus discípulos le preguntaron: «¿Qué significa esta parábola?»
10 Y él les respondió: «A ustedes se les concede conocer los misterios del reino de Dios, pero a los otros se les habla en parábolas, para que viendo no vean, y oyendo no entiendan.
11 La parábola significa lo siguiente: La semilla es la palabra de Dios.
12 Las semillas junto al camino son los que oyen, pero que luego viene el diablo y les quita del corazón la palabra, para que no crean y se salven.
13 Las que cayeron sobre las piedras son los que, al oír la palabra, la reciben con gozo, pero como no tienen raíces, creen por algún tiempo, pero al llegar la prueba se apartan.
14 Las que cayeron entre los espinos son los que oyen, pero se alejan y son ahogados por las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, y no dan fruto.
15 Pero la semilla que cayó en buena tierra representa a los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan una buena cosecha porque permanecen firmes.
Nada hay oculto que no se manifieste
(Mc 4.21-25)16 »Nadie que enciende una luz la cubre con un cajón, ni la coloca debajo de la cama. Más bien, la pone en un candelero para que los que entren vean la luz.
17 Porque no hay nada oculto que no llegue a manifestarse, ni hay nada escondido que no haya de ser conocido y de salir a la luz.
18 Escúchenme bien: a todo el que tiene, se le dará; y al que no tiene, hasta lo que cree tener se le quitará.»
La madre y los hermanos de Jesús
(Mt 12.46-50Mc 3.31-35)19 La madre y los hermanos de Jesús fueron a donde él estaba, pero no podían acercarse a él por causa de la multitud.
20 Alguien le dijo: «Tu madre y tus hermanos están allí afuera, y quieren verte.»
21 Pero él respondió: «Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios y la ponen en práctica.»
Jesús calma la tempestad
(Mt 8.23-27Mc 4.35-41)22 Un día, Jesús abordó una barca con sus discípulos, y les dijo: «Pasemos al otro lado del lago.» Y así lo hicieron.
23 Mientras navegaban, Jesús se quedó dormido. Pero se desencadenó en el lago una tempestad con viento, de tal manera que la barca se inundó y corrían el peligro de naufragar.
24 Los discípulos despertaron a Jesús y le dijeron: «¡Maestro, Maestro, estamos por naufragar!» Entonces Jesús despertó, reprendió al viento y a las olas, y estas se sosegaron, y todo quedó en calma.
25 Jesús les dijo: «¿Dónde está la fe de ustedes?» Pero ellos, temerosos y asombrados, se decían unos a otros: «¿Quién es este, que hasta a los vientos y a las aguas les da órdenes, y lo obedecen?»
El endemoniado geraseno
(Mt 8.28-34Mc 5.1-20)26 Después arribaron a la tierra de los gerasenos, que está en la ribera opuesta a Galilea.
27 Cuando él llegó a tierra, vino a su encuentro un hombre de la ciudad que estaba endemoniado. Hacía mucho tiempo que no se vestía ni vivía en una casa, sino en los sepulcros.
28 Cuando el endemoniado vio a Jesús, se arrodilló delante de él, lanzó un fuerte grito, y le dijo: «Jesús, Hijo del Dios altísimo, ¿qué tienes que ver conmigo? ¡Te ruego que no me atormentes!»
29 (Y es que Jesús le ordenaba al espíritu impuro que saliera del hombre porque hacía mucho tiempo que se había apoderado de él. Aunque lo ataban con cadenas y grilletes, él rompía las cadenas y el demonio lo llevaba a lugares apartados.)
30 Jesús le preguntó: «¿Cómo te llamas?» Y él respondió: «Legión.» Porque eran muchos los demonios que habían entrado en él,
31 y le rogaban a Jesús que no los mandara al abismo.
32 Como allí había un gran hato de cerdos que pacían en el monte, los demonios le rogaron a Jesús que los dejara entrar en ellos; y él les dio permiso.
33 Una vez fuera del hombre, los demonios entraron en los cerdos, y estos se lanzaron al lago por un despeñadero, y allí se ahogaron.
34 Cuando los que apacentaban los cerdos vieron lo sucedido, huyeron y fueron a contar todo esto en la ciudad y por los campos.
35 La gente salió a ver lo que había sucedido. Cuando llegaron a donde estaba Jesús, se encontraron con que el hombre, de quien habían salido los demonios, estaba sentado a los pies de Jesús, vestido y en su cabal juicio. Y tuvieron miedo.
36 Los que habían visto todo esto, les contaron cómo había sido salvado el endemoniado.
37 Entonces toda la gente de la región de los gerasenos le rogó a Jesús que se alejara de ellos, pues tenían mucho miedo. Así que Jesús entró en la barca y se fue.
38 El hombre de quien habían salido los demonios le rogaba que lo dejara estar con él, pero Jesús lo despidió y le dijo:
39 «Vuelve a tu casa, y cuenta allí todo lo que Dios ha hecho contigo.» Entonces el hombre se fue y contó por toda la ciudad lo que Jesús había hecho con él.
La hija de Jairo, y la mujer que tocó el manto de Jesús
(Mt 9.18-26Mc 5.21-43)40 Cuando Jesús regresó, la multitud lo recibió con alegría, pues todos lo estaban esperando.
41 Llegó entonces un hombre llamado Jairo, que era jefe de la sinagoga. Este hombre se arrojó a los pies de Jesús y le rogó que fuera a su casa,
42 pues su única hija, que tenía como doce años, se estaba muriendo.
Mientras Jesús se dirigía a la casa de Jairo, la multitud lo apretujaba.
43 Una mujer, que hacía doce años padecía de hemorragias y había gastado en médicos todo lo que tenía, sin que ninguno hubiera podido curarla,
44 se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto. Al instante, su hemorragia se detuvo.
45 Entonces Jesús dijo: «¿Quién me ha tocado?» Todos negaban haberlo tocado, así que Pedro y los que estaban con él le dijeron: «Maestro, son muchos los que te aprietan y te oprimen.»
46 Pero Jesús dijo: «Alguien me ha tocado. Yo sé bien que de mí ha salido poder.»
47 Cuando la mujer se vio descubierta, se acercó temblorosa y se arrojó a los pies de Jesús, y delante de todo el pueblo le contó por qué lo había tocado, y cómo al instante había sido sanada.
48 Entonces Jesús le dijo: «Hija, tu fe te ha sanado. Ve en paz.»
49 Mientras Jesús hablaba, alguien de la casa del jefe de la sinagoga llegó a decirle: «Tu hija ha muerto. No molestes más al Maestro.»
50 Cuando Jesús oyó esto, le dijo: «No temas. Solo debes creer, y tu hija será sanada.»
51 Jesús entró en la casa y no dejó que nadie entrara con él, excepto Pedro, Jacobo y Juan, y los padres de la niña.
52 Todos estaban llorando y se lamentaban por ella. Pero él les dijo: «No lloren, que no está muerta, sino dormida.»
53 La gente se burlaba de él, pues sabían que la niña estaba muerta;
54 pero él la tomó de la mano, y con fuerte voz le dijo: «Niña, ¡levántate!»
55 La niña volvió a la vida, y enseguida se levantó, y Jesús mandó que le dieran de comer.
56 Sus padres estaban atónitos, pero Jesús les mandó que no dijeran a nadie lo que había sucedido.
Mujeres que seguían a Jesús
1 Después de esto, Jesús comenzó a recorrer muchos pueblos y aldeas, anunciando la buena noticia del reino de Dios. Lo acompañaban los doce y 2 algunas mujeres que él había curado de espíritus malignos y enfermedades; entre ellas iba María, la llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; 3 también lo acompañaban Juana, esposa de Chuza, el administrador de Herodes; Susana, y muchas otras que los ayudaban con sus propios recursos.
La parábola del sembrador
(Mt 13.1-9Mc 4.1-9)4 Cierto día en que muchísima gente procedente de los distintos pueblos acudió a Jesús, él contó esta parábola: 5 «Un sembrador salió a sembrar, y al esparcir sus semillas, una parte cayó en el camino, y fue pisoteada, y las aves se la comieron. 6 Otra parte cayó entre las piedras, pero cuando la semilla brotó, se secó por falta de humedad. 7 Otra parte cayó entre espinos, y al nacer junto con los espinos, estos la ahogaron. 8 Pero otra parte cayó en buena tierra, y creció, y dio una buena cosecha, hasta de cien granos por semilla.»
Al terminar la parábola, exclamó: «¡Quien quiera oír y entender esto, que lo entienda!»
El porqué de las parábolas
(Mt 13.10-17Mc 4.10-12)9 Los discípulos le preguntaron a Jesús qué significaba esta parábola. 10 Les dijo: «A ustedes se les da a conocer los secretos del reino de Dios; pero a los demás se les habla por medio de parábolas, para que por más que miren no vean, y por más que oigan no entiendan.
Jesús explica la parábola del sembrador
(Mt 13.18-23Mc 4.13-20)11 »Esto es lo que quiere decir la parábola: La semilla representa la palabra de Dios; 12 y la parte que cayó junto al camino representa a quienes oyen la palabra, pero después viene el diablo y se la quita del corazón, para que no crean y se salven. 13 Las semillas que cayeron entre las piedras representan a quienes oyen la palabra y la reciben con gusto, pero no tienen suficiente raíz; entonces creen por algún tiempo, pero a la hora de la prueba fallan. 14 Las semillas que cayeron entre espinos representan a quienes escuchan la palabra, pero al poco tiempo se dejan ahogar por las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, de modo que no llegan a dar fruto. 15 Pero las semillas que cayeron en buena tierra representan a quienes con corazón bueno y dispuesto escuchan la palabra, la retienen, y como permanecen firmes dan una buena cosecha.
La parábola de la lámpara
(Mc 4.21-25)16 »Nadie enciende una lámpara para después taparla con una vasija o ponerla debajo de la cama, sino más bien la pone en un candelero para que los que entren tengan luz. 17 De la misma manera, no hay nada oculto que no llegue a descubrirse, ni nada secreto que no salga a la luz para darse a conocer.
18 »Así que, presten atención: al que tiene se le dará más; pero al que no tiene, hasta lo que cree tener se le quitará.»
La madre y los hermanos de Jesús
(Mt 12.46-50Mc 3.31-35)19 La madre y los hermanos de Jesús se presentaron donde él estaba, pero no pudieron acercarse a él porque había mucha gente. 20 Alguien avisó a Jesús:
—Tu madre y tus hermanos están ahí fuera, y quieren verte.
21 Él contestó:
—Mi madre y mis hermanos son quienes oyen la palabra de Dios y la ponen en práctica.
Jesús calma la tormenta
(Mt 8.23-27Mc 4.35-41)22 Un día, Jesús entró en una barca con sus discípulos, y les dijo:
—Vamos al otro lado del lago.
Entonces partieron 23 y, mientras cruzaban el lago, Jesús se durmió. En esto se desató una fuerte tormenta sobre el lago, y la barca empezó a llenarse de agua y corrían peligro de hundirse. 24 Así que fueron a despertar a Jesús, y le dijeron:
—¡Maestro! ¡Maestro! ¡Nos estamos hundiendo!
Entonces Jesús se levantó e increpó al viento y a las olas, y todo se calmó y quedó tranquilo. 25 Después dijo a los discípulos:
—¿Qué pasó con su fe?
Pero ellos, asustados y admirados, se preguntaban unos a otros:
—¿Quién es este, que da órdenes al viento y al agua, y lo obedecen?
El hombre de Gerasa poseído por demonios
(Mt 8.28-34Mc 5.1-20)26 Por fin llegaron a la tierra de Gerasa, que está al otro lado del lago, frente a Galilea. 27 Al bajar Jesús a tierra, salió del pueblo un hombre poseído por demonios, y se le acercó. Hacía mucho tiempo que no se ponía ropa ni vivía en una casa, sino entre las tumbas. 28 Cuando vio a Jesús, cayó de rodillas delante de él, y le gritó:
—¡No te metas conmigo, Jesús, Hijo del Dios altísimo! ¡Te ruego que no me atormentes!
29 Dijo esto porque Jesús había ordenado al espíritu impuro que saliera de él. Muchas veces el demonio se había apoderado de él; y aunque la gente le sujetaba las manos y los pies con cadenas para tenerlo seguro, él las rompía y el demonio lo hacía huir a lugares solitarios. 30 Jesús le preguntó:
—¿Cómo te llamas?
Y él contestó:
—Me llamo Legión.
Dijo esto porque eran muchos los demonios que habían entrado en él; 31 entonces los demonios le pidieron a Jesús que no los mandara al abismo. 32 Como había una gran piara de cerdos pastando en el cerro, los espíritus le rogaron que los dejara entrar en ellos; y Jesús les dio permiso. 33 Los demonios salieron pues del hombre y entraron en los cerdos, y estos echaron a correr y cayeron por el despeñadero que da al lago, y allí se ahogaron.
34 Cuando los que cuidaban los cerdos vieron lo sucedido, salieron huyendo y fueron a contarlo en el pueblo y por el campo. 35 La gente salió a ver lo que había pasado, y cuando llegaron a donde estaba Jesús, encontraron al hombre, de quien habían salido tantos demonios, sentado a los pies de Jesús, vestido y en su cabal juicio; y se asustaron. 36 Y los que habían visto lo sucedido les contaron cómo había sido sanado aquel hombre poseído por demonios. 37 Entonces toda la gente de la región de Gerasa tuvo mucho miedo, y por eso comenzó a rogarle a Jesús que se fuera de allí. Así que Jesús entró en la barca y se fue. 38 El hombre de quien habían salido los demonios le rogó que le permitiera ir con él, pero Jesús le pidió que se quedara, y le dijo:
39 —Vuelve a tu casa y cuenta todo lo que Dios ha hecho por ti.
El hombre se fue y contó por todo el pueblo lo que Jesús había hecho por él.
La mujer enferma y la hija de Jairo
(Mt 9.18-26Mc 5.21-43)40 Cuando Jesús regresó al otro lado del lago, la gente lo recibió con alegría, porque todos lo estaban esperando. 41 En esto llegó un hombre llamado Jairo, que era jefe de la sinagoga. El hombre se postró a los pies de Jesús y le rogó que fuera a su casa 42 porque su única hija, de apenas doce años, estaba a punto de morir.
Entonces Jesús se dirigió hacia la casa donde estaba la niña, pero la multitud era tanta que lo apretujaba. 43 Entre la gente había una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias; había gastado en médicos todo lo que tenía, sin que ninguno hubiera podido sanarla. 44 Esta mujer se acercó a Jesús por detrás y tocó el borde de su manto, y en ese mismo momento el flujo de sangre se detuvo. 45 Entonces Jesús preguntó:
—¿Quién me ha tocado?
Como todos negaban haberlo tocado, Pedro dijo:
—Maestro, la gente te oprime y empuja por todos lados.
46 Pero Jesús insistió:
—Alguien me ha tocado, porque sé que ha salido poder de mí.
47 La mujer, al ver que no podía esconderse, fue temblorosa hacia Jesús y se postró a sus pies. Entonces le explicó delante de todos por qué razón lo había tocado, y cómo, en el acto, había sido sanada por él. 48 Jesús le dijo:
—Hija, tu fe te ha sanado. Vete en paz.
49 Todavía estaba hablando Jesús, cuando llegó un mensajero y le dijo al jefe de la sinagoga:
—Tu hija ha muerto; no molestes más al Maestro.
50 Pero Jesús lo oyó y le dijo:
—No tengas miedo; solamente cree, y tu hija se salvará.
51 Al llegar a la casa, no dejó entrar con él a nadie más que a Pedro, a Santiago y a Juan, junto con el padre y la madre de la niña. 52 Todos lloraban y se lamentaban por ella, pero Jesús les dijo:
—No lloren, la niña no está muerta, sino dormida.
53 Todos se rieron de él, porque sabían que estaba muerta. 54 Entonces Jesús la tomó de la mano y dijo con fuerte voz:
—¡Niña, levántate!
55 ¡Y ella volvió a la vida! Al momento se levantó, y Jesús mandó que le dieran de comer. 56 Sus padres estaban muy admirados; pero Jesús les ordenó que no contaran a nadie lo que había sucedido.