Segunda respuesta de Job a Elifaz
1 Y Job le respondió:

2 «¡Ya he escuchado esto muchas veces!
¡Valiente consuelo me resultan sus palabras!
3 ¿No tienen fin sus palabras huecas?
¿Qué los lleva a no dejar de hablar?
4 Si ustedes estuvieran en mi lugar,
¡también yo les hablaría del mismo modo!
Les lanzaría fuertes acusaciones,
y me burlaría de ustedes y les haría muecas.
5 Pero si yo estuviera en su lugar, les daría ánimo
y con palabras de consuelo mitigaría su dolor.

6 »Si hablo, mi sufrimiento aumenta;
si guardo silencio, el dolor no me abandona.
7 Tú, Dios mío, has acabado con mis fuerzas;
¡me has dejado completamente abandonado!
8 Testigo de ello es mi piel reseca;
mi rostro lleno de arrugas delata mi dolor.
9 Tú, Dios mío, me persigues con encono;
como fiera, rechinas los dientes contra mí.
¡Me clavas la mirada, como un enemigo!

10 »Mis enemigos se ponen de acuerdo,
y hablan contra mí y me dan de bofetadas;
todos a una me humillan y me golpean.
11 Tú, Dios mío, me has abandonado;
¡me has dejado caer en manos de gente malvada!
12 Yo era un hombre de bien, y me arruinaste;
me tomaste por el cuello y me sacudiste;
¡me pusiste como blanco de tus ataques!
13 Tus arqueros me rodearon,
y sin compasión me horadaron los riñones,
y la hiel se derramó por el suelo.
14 Tú, Dios mío, me heriste una y otra vez;
me atacaste con la saña de un guerrero.
15 Cubrí con ropa áspera mi cuerpo,
y humillado me postré hasta el suelo.
16 Tengo la cara hinchada de tanto llorar,
y en mis ojos pueden verse grandes ojeras,
17 aun cuando no he cometido actos violentos
y a Dios dirijo oraciones sinceras.

18 »¡Tierra, no te bebas mi sangre!
¡No dejes impune mi dolor!
19 Pongo por testigo al que habita en los cielos;
el que está en las alturas es mi defensor.
20 Si mis amigos disputan contra mí,
yo espero que Dios escuche mi llanto.
21 ¡Cómo quisiera yo discutir con Dios,
como lo hacemos con nuestros semejantes!
22 Pero tengo contados los días,
y voy camino al sepulcro, del cual no volveré.
Job
1-2 Ya muchas veces he oído cosas parecidas.
Ustedes, en vez de consolarme, me atormentan.
3 ¿Es que no hay fin para las palabras huecas?
¿Qué manía es esa de contradecirme?
4 Si ustedes estuvieran ahora en mi lugar,
también yo hablaría como ustedes;
movería burlonamente la cabeza
y les lanzaría un torrente de palabras,
5 palabras amables y consoladoras,
para darles ánimo y valor.
6 Pero ni el hablar calma mi dolor,
ni el callar me trae alivio.
7 Dios ha acabado con mis fuerzas;
me ha quitado a todos mis amigos
8 y me ha puesto en prisión.
Contra mí ha levantado falsos cargos,
contra mí ha presentado acusaciones falsas.
9 El Señor me persigue y me desgarra,
me amenaza como una fiera,
me clava los ojos cual si fuera mi enemigo.
10 La gente se amontona contra mí,
para humillarme hace muecas
y me da de bofetadas.
11 Dios me ha puesto en manos
de gente malvada y criminal.
12 Yo estaba en paz, y él me agarró del cuello;
me estrujó y me hizo pedazos.
Me convirtió en el blanco de sus flechas.
13 De todos lados me dispara;
atraviesa mi cuerpo sin ninguna compasión,
y se esparcen mis entrañas por el suelo.
14 Me abre herida tras herida,
se lanza contra mí como un guerrero.

15 Lleno de tristeza, me puse ropas ásperas
y hundí en el polvo mi cabeza.
16 La cara se me ha hinchado de llorar;
se me ha nublado la vista,
17 a pesar de que nunca hice violencia a nadie
y de que siempre he orado con sinceridad.

18 Esto es un crimen contra mí, y pide justicia;
¡tierra, no sepultes mi clamor!
19 Tiene que haber alguien en el cielo
que declare en mi favor,
20 que interprete ante Dios mis pensamientos,
y que le haga ver mis lágrimas;
21 alguien que hable ante Dios en mi favor,
como habla un hombre en favor de otro.
22 Los pocos años que me quedan van pasando,
y pronto emprenderé el viaje sin regreso.