El día de la venganza del Señor
1 ¿Quién es este que viene de Edom? ¿Quién viene de Bosra, vestido de rojo? ¿Quién es el que marcha con gran poder, envuelto en tan hermoso vestido?
«Soy yo, el que habla con justicia; el que es grande para salvar.»
2 ¿Y cómo es que tu vestido es rojo? A juzgar por tus ropas, ¡pareciera que estuviste pisando uvas en un lagar!
3 «Yo solo he pisado la uvas del lagar. De los pueblos, ninguno estaba conmigo. En mi enojo, aplasté esas uvas; en mi furor las pisoteé, y su sangre me salpicó la ropa y me manché mis vestiduras.
4 Y es que solo pienso en el día de la venganza; ¡ha llegado el año de mi redención!
5 Miré, y no había quien me ayudara. Me sorprendió no contar con ningún apoyo. ¡Fue mi brazo el que me dio la victoria! ¡Fue mi enojo lo que me sostuvo!
6 En mi enojo aplasté a los pueblos; ¡los embriagué con mi furor, y derramé su sangre por el suelo!»
Bondad del Señor hacia Israel
7 ¡Haré memoria de la gran misericordia del Señor! ¡Evocaré sus alabanzas por todo lo que él ha hecho por nosotros! ¡Por su gran bondad hacia la casa de Israel! ¡Por haber tenido compasión de nosotros, conforme a su gran misericordia!
8 Porque él dijo: «Ellos son mi pueblo. Son mis hijos, y no saben mentir.» Y se convirtió en su salvador.
9 Si ellos se angustiaban, también él se angustiaba; su ángel mismo acudió a salvarlos. Por su amor y su clemencia les dio libertad; los puso en pie y los llevó en sus brazos, como lo hizo siempre en el pasado.
10 Pero ellos fueron rebeldes y provocaron el enojo de su santo espíritu. Por eso él se volvió su enemigo y luchó contra ellos.
11 Entonces ellos se acordaron de los días de antaño, y de Moisés y de su pueblo, y se preguntaron: «¿Dónde está el que los hizo cruzar el mar como un rebaño, con un pastor a la cabeza? ¿Dónde está el que puso su santo espíritu en medio de su pueblo?
12 ¿Dónde está el que los guio por la diestra de Moisés y con el poder de su brazo? ¿Dónde, el que dividió las aguas ante sus ojos y se ganó así fama perpetua?
13 ¿Dónde está el que los llevó sin tropiezo por los abismos del mar, como a un caballo que cruza el desierto?»
14 El espíritu del Señor fue su pastor. Los guio como al ganado cuando baja a las cañadas. ¡Así, Señor, guiaste a tu pueblo, y te ganaste fama y gloria!
Israel pide la ayuda de Dios
15 Tú, que estás en el cielo, en tu santa y gloriosa morada, ¡míranos desde allí!, ¡fíjate en nosotros! ¿Dónde están tu amor y tu poder? ¿Dónde está tu entrañable compasión, y tu piedad para con nosotros? ¿Acaso se han agotado?
16 ¡Tú, Señor, eres nuestro padre! Aunque Abrahán nos ignore, e Israel no nos reconozca, tú eres nuestro padre; ¡tu nombre siempre ha sido «Redentor nuestro»!
17 ¿Por qué, Señor, nos has apartado de tus caminos? ¿Por qué has endurecido nuestro corazón para que no te honremos? Por amor a tus siervos, y por las tribus de tu heredad, ¡vuélvete a nosotros!
18 Muy poco tiempo tu santo pueblo estuvo en posesión de tu santuario, pero ahora nuestros enemigos lo han pisoteado.
19 Hemos llegado a ser como aquellos de los que nunca fuiste señor, ¡como aquellos sobre los cuales nunca fue invocado tu nombre!
Dios castiga a sus enemigos
1 —¿Quién viene allí de Bosra, capital de Edom,
con su ropa teñida de rojo?
¿Quién viene vestido con tanta elegancia
y camina con tanta arrogancia?
—Soy yo, que anuncio la victoria
y soy poderoso para salvar.
2 —¿Y por qué tu vestido está rojo,
como si hubieras pisado uvas para hacer vino?
3 —Sí, estuve pisando las uvas yo solo;
nadie me ayudó.
Lleno de ira, pisoteé a mis enemigos,
los aplasté con furor,
y su sangre me salpicó los vestidos
y me manchó toda la ropa.
4 Yo decidí que un día tendría que hacer justicia;
y había llegado el tiempo de libertar a mi pueblo.
5 Miré, y no había quien me ayudara;
quedé admirado de que nadie me apoyara.
Mi brazo me dio la victoria
y mi ira me sostuvo.
6 Lleno de ira aplasté a las naciones,
las destruí con furor
e hice correr su sangre por el suelo.
Bondad de Dios para Israel
7 Yo quiero hablar del amor del Señor
y cantar sus alabanzas
por todo lo que él ha hecho por nosotros,
por su inmensa bondad con la familia de Israel,
por lo que ha hecho en su bondad
y en su gran amor.
8 Él dijo: «Ellos son mi pueblo,
hijos que no habrán de traicionarme.»
Y él los salvó
9 de todas sus aflicciones.
Quien los salvó no fue un enviado suyo;
fue el Señor mismo, en persona.
Por su amor y su misericordia, los libertó;
los levantó, los tomó en sus brazos.
Así como lo ha hecho siempre.
10 Pero ellos se rebelaron contra el Señor
y ofendieron su santidad;
por eso se volvió enemigo de ellos
y les hizo la guerra.
11 Ellos se acordaron de los tiempos antiguos,
de cuando Moisés libertó a su pueblo,
y se preguntaban:
«¿Dónde está Dios, que salvó del Nilo
a Moisés, pastor de su rebaño?
¿Dónde está el que puso en Moisés su santo espíritu,
12 el que hizo que su glorioso poder
acompañara a Moisés,
el que dividió el mar delante de su pueblo
para alcanzar la fama eterna,
13 el que los hizo cruzar el mar sin que resbalaran,
como si fueran caballos por el desierto,
14 como ganado que baja a la llanura?»
El espíritu del Señor los guiaba.
Así condujo a su pueblo
y alcanzó fama y gloria.
Oración a Dios para implorar su ayuda
15 Mira, Señor, desde el cielo,
desde el lugar santo y glorioso donde vives.
¿Dónde están tu ardiente amor y tu fuerza?
¿Dónde están tus profundos sentimientos?
¿Acaso se agotó para nosotros tu misericordia?
16 ¡Tú eres nuestro padre!
Aunque Abrahán no nos reconozca,
ni Israel se acuerde de nosotros,
tú, Señor, eres nuestro padre;
desde siempre eres nuestro redentor.
17 ¿Señor, por qué haces que nos desviemos de tus caminos,
y nos endureces el corazón para no respetarte?
Cambia ya, por amor a tus siervos
y a las tribus que te pertenecen.
18 ¡Cuán poco tiempo tu pueblo santo fue dueño del país!
Nuestros enemigos han pisoteado tu templo.
19 Estamos como si nunca nos hubieras gobernado,
como si nunca hubiéramos llevado tu nombre.