Profecía acerca de Etiopía
1 ¡Ay del país de amenazantes alas, que está al otro lado de los ríos de Etiopía!
2 ¡País que por el mar, y en naves de junco, envía mensajeros sobre las aguas! ¡Vayan, mensajeros veloces, a esa gente de gran estatura y de brillante piel! ¡Vayan al pueblo siempre temible! ¡Vayan a esa gente fuerte y conquistadora, cuya tierra es surcada por los ríos!
3 Y ustedes todos, habitantes de la tierra, ¡fíjense bien cuando se agite la bandera en los montes! ¡Presten atención cuando se toque la trompeta!
4 Porque así me ha dicho el Señor:
«Voy a mantenerme quieto, pero desde mi mansión estaré observando; como el sol brillante después de la lluvia, como una nube de rocío en el calor del verano.»
5 Pero antes de la siega, cuando caída la flor el grano esté maduro y el fruto esté en su punto, él cortará las ramas y podará las ramitas.
6 Entonces todos serán dejados para comida de las aves silvestres y de las bestias salvajes; sobre ellos pasarán las aves el verano, e invernarán todas las bestias salvajes.
7 Cuando llegue el momento, ese pueblo de gran estatura y de piel brillante, ese pueblo siempre temible, fuerte y conquistador, cuya tierra es surcada por los ríos, traerá ofrenda al Señor de los ejércitos; ¡la traerá hasta el monte Sión, hasta el santuario del nombre del Señor de los ejércitos!
Profecía contra Etiopía
1 ¡Ay del país donde aturde el zumbido de insectos,
del país situado más allá de los ríos de Etiopía,
2 que envía a sus embajadores por el Nilo,
los cuales navegan en barcas de junco!
Vayan, veloces mensajeros,
a un pueblo de piel brillante y alta estatura,
a una nación temida en todas partes,
pueblo fuerte y altanero
que vive en un país bañado por los ríos.
3 Todos ustedes, habitantes del mundo,
verán cuando la señal se alce en la montaña,
y oirán cuando suene la trompeta.

4 El Señor me dijo:
«Desde mi residencia miro tranquilo,
con la claridad de un día de verano,
bajo la sombra de una nube cargada de rocío
en el tiempo ardiente de la cosecha,
5 cómo pasa la floración en los viñedos,
y la flor se vuelve uva madura;
cómo tiempo antes de la cosecha
se podan las ramas con cuchillos,
y en cuanto las cortan, las desechan.
6 Todo queda abandonado en las montañas
a las aves de rapiña
y a los animales salvajes.
Las aves pasan allí el verano,
y todos los animales salvajes
se quedan allí en el invierno.»

7 Cuando llegue el momento,
el pueblo de piel brillante y alta estatura
traerá ofrendas al Señor todopoderoso.
Esa nación temida en todas partes,
ese pueblo fuerte y altanero
que vive en un país bañado por los ríos,
las traerá hasta el monte Sión,
hasta el lugar donde se invoca
el nombre del Señor todopoderoso.