La parábola del pastor que encuentra su oveja
(Mt 18.10-14)
1 Muchos cobradores de impuestos y otra gente de mala fama también se acercaban a Jesús para oírlo; 2 pero los fariseos y los maestros de la ley lo criticaban por esto, y decían:
—Este recibe a los pecadores y come con ellos.
3 Entonces Jesús les contó esta parábola: 4 «¿Quién de ustedes, si tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja las otras noventa y nueve en el campo, y va en busca de la oveja que se perdió, hasta encontrarla? 5 Y cuando la encuentra, contento la pone sobre sus hombros, 6 y al llegar a casa reúne a sus amigos y vecinos, y les dice: “Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido.” 7 Les digo que así también hay más alegría en el cielo por un pecador que se vuelve a Dios, que por noventa y nueve justos que no necesitan hacerlo.
La parábola de la mujer que encuentra su moneda
8 »O bien, ¿qué mujer, que tiene diez monedas y pierde una de ellas, no enciende una lámpara y barre la casa y la busca con mucho cuidado hasta encontrarla? 9 Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas, y les dice: “Alégrense conmigo, porque encontré la moneda que se me había perdido.” 10 Les digo que así también hay alegría entre los ángeles de Dios por un pecador que se vuelve a Dios.»
La parábola del padre que recobra a su hijo
11 Y Jesús contó esta otra parábola: «Un hombre tenía dos hijos, 12 y el más joven le dijo a su padre: “Padre, dame la parte de la herencia que me toca.” Entonces el padre repartió los bienes entre ellos. 13 Pocos días después el hijo menor juntó todo lo que tenía y se fue de viaje a una región lejana; allí lo derrochó todo llevando una vida desenfrenada. 14 Pero cuando ya se había gastado su dinero, hubo una gran escasez de comida en aquella región, y él comenzó a pasar hambre. 15 Fue a pedir trabajo a un hombre del lugar, y este lo envió a sus campos a cuidar cerdos. 16 Y tanta era su hambre que quería llenarse con las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. 17 Al fin recapacitó y se dijo: “¡Cuántos trabajadores en la casa de mi padre tienen comida de sobra, mientras yo aquí me muero de hambre! 18 Regresaré a casa de mi padre, y le diré: Padre mío, he pecado contra Dios y contra ti; 19 ya no merezco llamarme tu hijo; trátame como a uno de tus trabajadores.” 20 Así que se puso en camino y regresó a la casa de su padre.
»Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente; corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó. 21 Entonces el hijo le dijo: “Padre mío, he pecado contra Dios y contra ti; ya no merezco llamarme tu hijo.” 22 Pero el padre ordenó a sus sirvientes: “Saquen pronto la mejor ropa y vístanlo; pónganle también un anillo en el dedo y sandalias en los pies. 23 Y traigan el becerro más gordo y mátenlo. ¡Celebraremos su regreso con un banquete! 24 Porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; se había perdido y lo hemos encontrado.” Y comenzaron la fiesta.
25 »Entre tanto, el hijo mayor estaba en el campo. Cuando regresó y llegó cerca de la casa, oyó la música y el baile. 26 Entonces llamó a uno de los sirvientes y le preguntó qué pasaba. 27 El sirviente le dijo: “Es que su hermano ha vuelto; y su padre ha mandado matar el becerro más gordo, porque lo recuperó sano y salvo.” 28 Pero tanto se enojó el hermano mayor, que no quería entrar, así que su padre tuvo que salir a rogarle que lo hiciera. 29 Le dijo a su padre: “Tú sabes cuántos años te he servido, sin desobedecerte nunca, y jamás me has dado ni siquiera un cabrito para tener una comida con mis amigos. 30 En cambio, ahora llega este hijo tuyo, que ha malgastado tu dinero con prostitutas, ¡y has mandado matar el becerro más gordo para él!”
31 »El padre le contestó: “Hijo mío, tú siempre estás conmigo, y todo lo que tengo es tuyo. 32 Pero había que celebrar su regreso con un banquete y alegrarnos, porque tu hermano, que estaba muerto, ha vuelto a la vida; se había perdido y lo hemos encontrado.”»
La parábola del pastor que encuentra su oveja
(Mt 18.10-14)
1 Muchos cobradores de impuestos y otra gente de mala fama también se acercaban a Jesús para oírlo; 2 pero los fariseos y los maestros de la ley lo criticaban por esto, y decían:
—Este recibe a los pecadores y come con ellos.
3 Entonces Jesús les contó esta parábola: 4 «¿Quién de ustedes, si tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja las otras noventa y nueve en el campo, y va en busca de la oveja que se perdió, hasta encontrarla? 5 Y cuando la encuentra, contento la pone sobre sus hombros, 6 y al llegar a casa reúne a sus amigos y vecinos, y les dice: “Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido.” 7 Les digo que así también hay más alegría en el cielo por un pecador que se vuelve a Dios, que por noventa y nueve justos que no necesitan hacerlo.
La parábola de la mujer que encuentra su moneda
8 »O bien, ¿qué mujer, que tiene diez monedas y pierde una de ellas, no enciende una lámpara y barre la casa y la busca con mucho cuidado hasta encontrarla? 9 Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas, y les dice: “Alégrense conmigo, porque encontré la moneda que se me había perdido.” 10 Les digo que así también hay alegría entre los ángeles de Dios por un pecador que se vuelve a Dios.»
La parábola del padre que recobra a su hijo
11 Y Jesús contó esta otra parábola: «Un hombre tenía dos hijos, 12 y el más joven le dijo a su padre: “Padre, dame la parte de la herencia que me toca.” Entonces el padre repartió los bienes entre ellos. 13 Pocos días después el hijo menor juntó todo lo que tenía y se fue de viaje a una región lejana; allí lo derrochó todo llevando una vida desenfrenada. 14 Pero cuando ya se había gastado su dinero, hubo una gran escasez de comida en aquella región, y él comenzó a pasar hambre. 15 Fue a pedir trabajo a un hombre del lugar, y este lo envió a sus campos a cuidar cerdos. 16 Y tanta era su hambre que quería llenarse con las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. 17 Al fin recapacitó y se dijo: “¡Cuántos trabajadores en la casa de mi padre tienen comida de sobra, mientras yo aquí me muero de hambre! 18 Regresaré a casa de mi padre, y le diré: Padre mío, he pecado contra Dios y contra ti; 19 ya no merezco llamarme tu hijo; trátame como a uno de tus trabajadores.” 20 Así que se puso en camino y regresó a la casa de su padre.
»Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente; corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó. 21 Entonces el hijo le dijo: “Padre mío, he pecado contra Dios y contra ti; ya no merezco llamarme tu hijo.” 22 Pero el padre ordenó a sus sirvientes: “Saquen pronto la mejor ropa y vístanlo; pónganle también un anillo en el dedo y sandalias en los pies. 23 Y traigan el becerro más gordo y mátenlo. ¡Celebraremos su regreso con un banquete! 24 Porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; se había perdido y lo hemos encontrado.” Y comenzaron la fiesta.
25 »Entre tanto, el hijo mayor estaba en el campo. Cuando regresó y llegó cerca de la casa, oyó la música y el baile. 26 Entonces llamó a uno de los sirvientes y le preguntó qué pasaba. 27 El sirviente le dijo: “Es que su hermano ha vuelto; y su padre ha mandado matar el becerro más gordo, porque lo recuperó sano y salvo.” 28 Pero tanto se enojó el hermano mayor, que no quería entrar, así que su padre tuvo que salir a rogarle que lo hiciera. 29 Le dijo a su padre: “Tú sabes cuántos años te he servido, sin desobedecerte nunca, y jamás me has dado ni siquiera un cabrito para tener una comida con mis amigos. 30 En cambio, ahora llega este hijo tuyo, que ha malgastado tu dinero con prostitutas, ¡y has mandado matar el becerro más gordo para él!”
31 »El padre le contestó: “Hijo mío, tú siempre estás conmigo, y todo lo que tengo es tuyo. 32 Pero había que celebrar su regreso con un banquete y alegrarnos, porque tu hermano, que estaba muerto, ha vuelto a la vida; se había perdido y lo hemos encontrado.”»