1 El Señor afirma: «Cuando llegue el momento, sacarán de sus tumbas los huesos de los reyes y de los jefes de Judá, de los sacerdotes, de los profetas y de los que vivieron en Jerusalén, 2 y los dejarán tendidos al sol, a la luna y a todas las estrellas a las que tanto amaron y sirvieron, y siguieron, consultaron y adoraron. Nadie los recogerá para enterrarlos. Quedarán regados en el suelo, como estiércol. 3 Los que queden con vida de esta gente tan mala, en cualquier lugar en que se encuentren después que yo los disperse, preferirán la muerte a la vida. Yo, el Señor todopoderoso, lo afirmo.
Traición y castigo de Israel
4 »Tú, Jeremías, dale al pueblo este mensaje de mi parte:
»“Cuando uno se cae, se levanta;
cuando pierde el camino, vuelve a él.
5 Entonces, Jerusalén,
¿por qué renegaste de mí para siempre?
¿Por qué, Israel, te empeñas en ser rebelde
y en no querer volver?
¿Por qué me traicionaste?
6 He estado escuchando con atención,
pero no he oído a nadie
que se arrepienta de su maldad
y tenga la franqueza de decir:
Pero ¿qué es lo que he hecho?
Todos siguen presurosos su camino,
como caballos desbocados en la batalla.
7 Aun la cigüeña en el cielo
sabe cuándo debe volver.
La tórtola, la golondrina y la grulla
saben cuándo deben ir a otro lugar.
En cambio tú, pueblo mío,
no conoces mis leyes.
8 ¿Cómo pueden ustedes decir que son sabios
y que tienen la ley del Señor?
¡Si sus mismos escribas, con pluma mentirosa,
la han falsificado!
9 Pero esos sabios quedarán humillados,
llenos de miedo, como animales en la trampa.
¿Dónde está su sabiduría,
si han rechazado mi palabra?
10 Por eso, voy a dar sus mujeres a otros hombres,
y sus tierras a otros dueños.
Porque todos, grandes y pequeños,
solo piensan en las ganancias mal habidas;
todos cometen fraudes,
hasta los profetas y los sacerdotes.
11 Tratan por encima las heridas de mi pueblo;
dicen que todo está bien,
cuando en realidad todo está mal.
12 ¡Debería darles vergüenza
de hacer esas cosas que no soporto!
Pero no, no sienten vergüenza alguna,
¡ya ni saben qué es la vergüenza!
Por eso, cuando yo los castigue,
tropezarán y caerán como los otros.
Yo, el Señor, lo digo.”»
13 El Señor afirma:
«Voy a cortar a mi pueblo como si fuera trigo.
No quedará ni una uva en el viñedo,
ni un higo en la higuera.
Solo quedarán hojas marchitas.»
14 Y el pueblo dirá:
«¿Para qué nos quedamos aquí?
¡Vámonos todos a las ciudades fortificadas,
y allí moriremos de una vez!
El Señor, nuestro Dios, va a dejarnos morir;
nos da a beber agua envenenada,
porque pecamos contra él.
15 Esperábamos prosperidad,
pero nada bueno nos ha llegado.
Esperábamos salud,
pero solo hay espanto.
16 ¡Ya viene el enemigo!
¡Ya se oye desde Dan el resoplar de sus caballos!
Cuando relinchan, tiembla toda la tierra.
Vienen a destruir el país y todos sus bienes,
las ciudades y a sus habitantes.»
17 El Señor afirma:
«Voy a enviar contra ustedes serpientes venenosas,
que los van a morder;
contra ellas no hay magia que valga.»
Dolor de Jeremías por su pueblo
18 Mi dolor no tiene remedio,
mi corazón desfallece.
19 Los ayes de mi pueblo
se oyen por todo el país:
«¿Ya no está el Señor en Sión?
¿Ya no está allí su rey?»
Pero el Señor respondió:
«¿Por qué me ofendieron con su adoración a esos ídolos,
a esos dioses inútiles y extraños?»
20 Pasó el verano, se acabó la cosecha,
y no ha habido salvación para nosotros.
21 Sufro por el dolor de mi pueblo;
la tristeza y el terror se han apoderado de mí.
22 ¿No habrá algún remedio en Galaad?
¿No habrá allí nadie que lo cure?
¿Por qué no puede sanar mi pueblo?
1 El Señor afirma: «Cuando llegue el momento, sacarán de sus tumbas los huesos de los reyes y de los jefes de Judá, de los sacerdotes, de los profetas y de los que vivieron en Jerusalén, 2 y los dejarán tendidos al sol, a la luna y a todas las estrellas a las que tanto amaron y sirvieron, y siguieron, consultaron y adoraron. Nadie los recogerá para enterrarlos. Quedarán regados en el suelo, como estiércol. 3 Los que queden con vida de esta gente tan mala, en cualquier lugar en que se encuentren después que yo los disperse, preferirán la muerte a la vida. Yo, el Señor todopoderoso, lo afirmo.
Traición y castigo de Israel
4 »Tú, Jeremías, dale al pueblo este mensaje de mi parte:
»“Cuando uno se cae, se levanta;
cuando pierde el camino, vuelve a él.
5 Entonces, Jerusalén,
¿por qué renegaste de mí para siempre?
¿Por qué, Israel, te empeñas en ser rebelde
y en no querer volver?
¿Por qué me traicionaste?
6 He estado escuchando con atención,
pero no he oído a nadie
que se arrepienta de su maldad
y tenga la franqueza de decir:
Pero ¿qué es lo que he hecho?
Todos siguen presurosos su camino,
como caballos desbocados en la batalla.
7 Aun la cigüeña en el cielo
sabe cuándo debe volver.
La tórtola, la golondrina y la grulla
saben cuándo deben ir a otro lugar.
En cambio tú, pueblo mío,
no conoces mis leyes.
8 ¿Cómo pueden ustedes decir que son sabios
y que tienen la ley del Señor?
¡Si sus mismos escribas, con pluma mentirosa,
la han falsificado!
9 Pero esos sabios quedarán humillados,
llenos de miedo, como animales en la trampa.
¿Dónde está su sabiduría,
si han rechazado mi palabra?
10 Por eso, voy a dar sus mujeres a otros hombres,
y sus tierras a otros dueños.
Porque todos, grandes y pequeños,
solo piensan en las ganancias mal habidas;
todos cometen fraudes,
hasta los profetas y los sacerdotes.
11 Tratan por encima las heridas de mi pueblo;
dicen que todo está bien,
cuando en realidad todo está mal.
12 ¡Debería darles vergüenza
de hacer esas cosas que no soporto!
Pero no, no sienten vergüenza alguna,
¡ya ni saben qué es la vergüenza!
Por eso, cuando yo los castigue,
tropezarán y caerán como los otros.
Yo, el Señor, lo digo.”»
13 El Señor afirma:
«Voy a cortar a mi pueblo como si fuera trigo.
No quedará ni una uva en el viñedo,
ni un higo en la higuera.
Solo quedarán hojas marchitas.»
14 Y el pueblo dirá:
«¿Para qué nos quedamos aquí?
¡Vámonos todos a las ciudades fortificadas,
y allí moriremos de una vez!
El Señor, nuestro Dios, va a dejarnos morir;
nos da a beber agua envenenada,
porque pecamos contra él.
15 Esperábamos prosperidad,
pero nada bueno nos ha llegado.
Esperábamos salud,
pero solo hay espanto.
16 ¡Ya viene el enemigo!
¡Ya se oye desde Dan el resoplar de sus caballos!
Cuando relinchan, tiembla toda la tierra.
Vienen a destruir el país y todos sus bienes,
las ciudades y a sus habitantes.»
17 El Señor afirma:
«Voy a enviar contra ustedes serpientes venenosas,
que los van a morder;
contra ellas no hay magia que valga.»
Dolor de Jeremías por su pueblo
18 Mi dolor no tiene remedio,
mi corazón desfallece.
19 Los ayes de mi pueblo
se oyen por todo el país:
«¿Ya no está el Señor en Sión?
¿Ya no está allí su rey?»
Pero el Señor respondió:
«¿Por qué me ofendieron con su adoración a esos ídolos,
a esos dioses inútiles y extraños?»
20 Pasó el verano, se acabó la cosecha,
y no ha habido salvación para nosotros.
21 Sufro por el dolor de mi pueblo;
la tristeza y el terror se han apoderado de mí.
22 ¿No habrá algún remedio en Galaad?
¿No habrá allí nadie que lo cure?
¿Por qué no puede sanar mi pueblo?