Pedro y Cornelio
1 En Cesarea vivía un hombre llamado Cornelio; que era centurión del regimiento conocido como «Italiano».
2 Cornelio era un hombre piadoso y temeroso de Dios, lo mismo que toda su familia, pues ayudaba con mucho dinero al pueblo y siempre oraba a Dios.
3 Un día, como a las tres de la tarde, Cornelio tuvo una visión, en la que claramente vio que un ángel de Dios entraba en donde él estaba y le hablaba por su nombre.
4 Cornelio miró fijamente al ángel y, con mucho temor, le preguntó: «Señor, ¿qué se te ofrece?» Y el ángel le respondió: «Dios ha escuchado tus oraciones, y la ayuda que has dado a otros la ha recibido como una ofrenda.
5 Envía a tus hombres a Jope, y haz que venga Simón, al que también se le conoce como Pedro,
6 que está hospedándose en casa de Simón el curtidor, quien vive junto al mar.»
7 En cuanto se fue el ángel que había hablado con Cornelio, este llamó a dos de sus criados y a uno de sus asistentes, que era un soldado piadoso,
8 y luego de contarles lo sucedido los envió a Jope.
9 Al día siguiente, como al mediodía, mientras ellos iban acercándose a la ciudad, Pedro subió a la azotea para orar.
10 De pronto le dio mucha hambre, y pidió de comer. Mientras le preparaban algo, cayó en éxtasis
11 y vio que el cielo se abría, y que de él descendía algo semejante a un gran lienzo, atado por las cuatro puntas.
12 Dentro del lienzo había toda clase de cuadrúpedos, reptiles y aves.
13 Entonces oyó una voz que le decía: «Pedro: levántate, mata y come.»
14 Pedro respondió: «No, Señor, porque nunca he comido nada que sea común o impuro.»
15 Por segunda vez la voz le dijo: «Lo que Dios ha limpiado, no lo llames común.»
16 Esto se repitió tres veces. Después el lienzo fue recogido y llevado inmediatamente al cielo.
17 Mientras Pedro no lograba entender el significado de la visión que había tenido, los hombres que Cornelio había enviado, y que preguntaban por la casa de Simón, llegaron a la puerta.
18 Llamaron y preguntaron si allí se estaba hospedando Simón, al que también se le conocía como Pedro.
19 Y mientras Pedro meditaba en la visión, el Espíritu le dijo: «Tres hombres te buscan.
20 Así que baja a verlos, y no dudes en ir con ellos, porque yo los he enviado.»
21 Pedro bajó entonces a donde estaban los hombres enviados por Cornelio, y les dijo: «Yo soy el que ustedes buscan. ¿Por qué han venido?»
22 Ellos le dijeron: «Cornelio, el centurión, es un hombre justo y temeroso de Dios. Todos los judíos hablan bien de él. Un ángel le dio instrucciones de que vayas a su casa, para que él escuche tus palabras.»
23 Entonces Pedro los hizo pasar y los hospedó, y al día siguiente se fue con ellos y con algunos de los hermanos de Jope.
24 Cuando llegaron a Cesarea, Cornelio ya los estaba esperando y había llamado a sus parientes y amigos más íntimos.
25 En cuanto Pedro entró, Cornelio salió a recibirlo y, arrodillándose delante él, le rindió honor.
26 Pero Pedro le dijo: «Levántate. Yo mismo soy un hombre, como tú.»
27 Mientras hablaba con él, Pedro entró y se encontró con que ya se habían reunido muchas personas.
28 Entonces les dijo: «Como ustedes saben, para un judío es muy repugnante juntarse o acercarse a un extranjero, pero Dios me ha hecho ver que no puedo llamar a nadie gente común o impura.
29 Por eso, cuando me llamaron vine sin replicar. Pero ahora les pregunto: ¿Para qué me han hecho venir?»
30 Cornelio le dijo: «Hace cuatro días, como a esta hora, es decir, a las tres de la tarde, yo estaba orando en mi casa. De pronto, vi que delante de mí estaba un varón vestido con ropas resplandecientes.
31 Ese varón me dijo: “Cornelio, Dios ha escuchado tus oraciones, y la ayuda que has dado a otros la ha recibido como una ofrenda.
32 Envía a tus hombres a Jope, y haz que venga Simón, al que también se le conoce como Pedro. Está hospedado en casa de Simón el curtidor, junto al mar.”
33 Así que los mandé por ti; y has hecho bien en venir. Como puedes ver, aquí estamos en la presencia de Dios para oír todo lo que Dios te ha mandado decirnos.»
34 Entonces Pedro empezó a hablar, y dijo: «En verdad comprendo ahora que Dios no hace acepción de personas,
35 sino que a él le agrada todo aquel que le teme y hace justicia, sea de la nación que sea.
36 Dios envió un mensaje a los hijos de Israel, y en él les anunciaba las buenas noticias de la paz por medio de Jesucristo, que es el Señor de todos.
37 Ustedes bien saben que, después del bautismo que predicó Juan, este mensaje se divulgó por toda Judea, a partir de Galilea.
38 Ese mensaje dice que Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo y con poder, y que él anduvo haciendo el bien y sanando a todos los que estaban oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.
39 Nosotros somos testigos de todo lo que Jesús hizo en Judea y en Jerusalén. Pero lo mataron, colgándolo de un madero.
40 Sin embargo, Dios lo resucitó al tercer día, y permitió que muchos lo vieran.
41 Pero no lo vio todo el pueblo, sino solo aquellos testigos que Dios había elegido de antemano, es decir, nosotros, los que comimos y bebimos con él después de que él resucitó de entre los muertos.
42 Él mismo nos mandó a predicar al pueblo, y a dar testimonio de que Dios lo ha nombrado Juez de los vivos y de los muertos.
43 Acerca de él dicen los profetas que todos los que crean en su nombre recibirán el perdón de sus pecados.»
44 Mientras Pedro les hablaba así, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que lo escuchaban.
45 Los judíos circuncidados que habían acompañado a Pedro estaban atónitos de que también los no judíos recibieran el don del Espíritu Santo,
46 pues los oían hablar en lenguas y magnificar a Dios.
47 Entonces Pedro dijo: «¿Hay algún impedimento para que no sean bautizadas en agua estas personas, que también han recibido el Espíritu Santo, como nosotros?»
48 Y mandó bautizarlos en el nombre del Señor Jesús. Entonces le rogaron que se quedara con ellos algunos días más.
© © Sociedades Bíblicas Unidas, 2009, 2010