Si bien hay muchos hábitos de santidad que debemos desarrollar a lo largo de nuestra vida, la lectura diaria y metódica de la Biblia es de una importancia suprema.
Por Jorge Juan Olivera
Podemos medir nuestro crecimiento en la fe por nuestro amor por las Escrituras. A medida que crecemos en nuestra vida espiritual más deseamos encontrarnos cada día con Dios a través de la Palabra, y sabemos que algo anda realmente mal cuando perdemos nuestro apetito por la lectura diaria de la Biblia.
Permítanme enumerar algunos principios que nos ayudarán a mejorar nuestra relación con la Palabra de Dios.
Comienza y termina tu tiempo de lectura bíblica con oración.
No lo hagas como si fuera un rito, sino porque la verdadera revelación viene únicamente de Dios a través de su Espíritu Santo. Es muy importante que de esta manera demostremos nuestra dependencia de Dios. Por lo tanto, pide la guía del Espíritu Santo para tu lectura diaria. No dudes, también, de orar en medio de la lectura. A veces el Espíritu nos lleva a alabar o adorar al Señor por lo que estamos leyendo o por algo que nos ha revelado. Luego sigue con la lectura, y al finalizarla, pídele a Dios que la Palabra leída produzca fruto en tu vida.
Reserva un tiempo, cada día.
No permitas que este tiempo sea «en algún momento del día». Reserva un tiempo especial para emplear en la lectura de la Biblia. Planéalo. Escríbelo en tu agenda. Haz que ese tiempo se convierta en algo santo, separado especialmente para escuchar a Dios. Está atento a sus palabras.
Una parte esencial de tu vida.
Si bien no es imprescindible hacerlo a la mañana, sí es imprescindible hacerlo en un momento del día cuando todos tus sentidos estén completamente alertas y dispuestos a recibir la Palabra de Dios. Para algunos este momento será a la noche; quizá después de que los niños vayan a la cama. Para otros, este tiempo será a la mañana temprano, para ofrecer los «primeros frutos» a Dios. Lo importante es que este tiempo del día que separemos para Dios se convierta en una parte esencial de nuestra vida. El salmista decía: «Señor, de mañana oirás mi voz; de mañana me presentaré delante de ti y esperaré» (Salmos 5.3). No importa cuándo lo hagas, pero transfórmalo en un momento especial para ti.
Lee la Biblia metódicamente.
Utiliza el método de tu preferencia, pero lee la Biblia con miras a leerla en su totalidad. Si bien la Biblia es un conjunto de 66 libros, el mensaje es uno solo. Quizá, leer la Biblia en un año podría ser un buen método. Quizá, emplear más tiempo puede ser lo mejor para ti. Tal vez, leer los Evangelios en dos años puede ser la opción que elijas, a fin de degustar cada enseñanza y cada episodio en la vida de Jesús. Pero no la leas como si fuera un libro cualquiera, sin un plan de lectura conciente y lógico que te ayude a comprender la Palabra de una manera integral. Tampoco la leas como si fuera un libro mágico, abriendo la Biblia al azar para ver «que tiene Dios para decirte».
Usa un bolígrafo y algo para anotar.
Nunca sabrás qué puede revelarte el Señor ese día. ¡No querrás olvidarte! Acostúmbrate a anotar tus hallazgos. También puede ser importante hacer anotaciones en los márgenes de tu Biblia. Con el tiempo su Biblia se convertirá en tu propio comentario y diario espiritual. Cuando marques tu Biblia hazlo con prolijidad, a fin de que tus anotaciones puedan leerse fácilmente, aún con el paso de los años. Puedes utilizar varios colores a fin de hacer más específico el mensaje para ti.
Lee la Biblia como la revelación de Dios.
Aunque es un libro de historia, ciencia y conocimiento, esencialmente la Biblia es el mensaje que Dios dejó para el hombre. Recordemos que el mensaje de Dios consta de un Antiguo Testamento (AT) y un Nuevo Testamento (NT). Ambos conforman un único mensaje de salvación. Está atento a cómo el NT se relaciona al AT, y cómo el AT se refleja en el NT.
Lee la Biblia en su contexto.
No olvides que la primera regla de interpretación bíblica es interpretar la Biblia con la Biblia. Cuando leas los Evangelios o las Cartas recuerda que muchos pasajes se registraron en varias partes de la Escritura. Compáralos. Analízalos en su conjunto. Busca la guía de Dios para ello. Hay pasajes del NT que se basan totalmente en pasajes del AT, confróntalos y enriquece, así, tu lectura.
Considera los tipos de literatura.
No es lo mismo leer una narración que una parábola. No es igual leer una profecía del AT que un Evangelio. En la Biblia hay distintos tipos de literatura. Tenlos en cuenta para una mejor interpretación.
Busca crecer con la lectura bíblica. En la Biblia Dios nos enseña aquellas verdades que necesitamos para comprender y así poner en práctica el verdadero sentido de la salvación. Pregúntate qué te está diciendo la Biblia. Qué te dice Dios en ese día y busca obedecerlo.
No dudes en utilizar comentarios bíblicos.
A veces lo que Dios ha dicho a otros antes, puede ser de mucha utilidad para nuestra vida. Ayúdate con otros libros que iluminen tu lectura y compara tus hallazgos personales con lo que Dios le dio a otros antes que a ti.
A través de su Palabra, Dios nos fortalece y nos renueva cada día. Con la guía del Espíritu Santo podemos hacer de nuestro día algo especial, si lo comenzamos leyendo la Biblia, y dejamos que la Palabra nos ilumine, nos confronte, y nos exhorte. Recordemos que la Biblia es «una lámpara para nuestros pies y una luz que alumbra nuestro camino» (Salmos 119.105).