«Ya hay flores en los campos; ha llegado el tiempo de cantar. ¡El arrullo de las tórtolas se escucha en
nuestra tierra!» (Cantares 2.12, página 1076)
Joana estaba confundida. ¡Y cómo no estarlo! Vicente, un amigo que conocía desde hacía muchos
años, le había enviado un poema de amor por e-mail. Pero allí no se terminaba el asunto, pues
debajo de aquellos versos figuraban las siguientes palabras: «Joana, te amo y quiero pasar el resto
de mi vida contigo. ¿Quisieras ser mi novia?»
Para abreviar diremos que luego de aquella declaración de amor, el impacto inicial, el latido acelerado
de sus corazones y la respuesta afirmativa tardía –¡una semana después!–, ambos iniciaron un
camino que tiempo después los llevaría al altar, y a formar una familia feliz.
¡Ay, el amor! ¡Cuántas cosas se escriben y dicen acerca de él, pero cuántos errores se cometen en
su nombre! ¡Tantas parejas que terminan en fracaso! ¡Tantos que ya no creen que el amor pueda ser
duradero!
Pero Dios, nuestro creador, tiene una opinión muy distinta: todavía cree en el amor, uno de sus
inventos más preciados, ¡y quiere que lo disfrutemos a pleno de acuerdo a sus planes! ¿Cuál será el
secreto para que esto sea posible?
Experimentemos el amor de Dios en nuestra propia vida, descubramos lo que la Biblia enseña acerca
del amor y las relaciones entre hombres y mujeres, y pidámosle a Dios que su Espíritu nos guíe en
todas las decisiones. ¡Conoceremos el amor como nunca lo habíamos imaginado!
Sumérgete: Dios quiere conducir nuestro amor. Si hemos fallado, ¡comencemos de nuevo! ¡Contamos
con su ayuda!